miércoles, 27 de febrero de 2008

LOS NEOCONSERVADORES








NEOCONSERVADORES Y SU PLAN PARA EL MUNDO

(Por Antonio Asencio)

Unos individuos, incluidos en lo que se ha venido denominando el grupo de los ‘neocon’ (neoconservadores), planearon para los EEUU del siglo XXI un rol esencialmente hegemónico en el mundo. Pero alcanzar esta posición dominante, mantenida a toda costa, requiere una amenaza lo suficientemente seria como para convencer a los de dentro y vencer las reticencias de los de fuera. Todo se estaba preparando para el momento perfecto. El 11-S ofreció esa oportunidad.

Cayeron las Torres Gemelas. Muchos en Europa, pero más en EE.UU., intuían que aquello significaba algo más que un atentado terrorista. Incluso más que un atentado terrorista de dimensiones épicas nunca vistas. Bajo el infierno de escombros, hierros y carne quemada que llenó nuestras vidas durante aquellos meses, se sepultaba, casi definitivamente, una sociedad, un orden mundial, o casi una civilización. O tal vez, un intento de civilización, basado en la legalidad internacional, el multilateralismo y la cooperación internacional. El 11 de septiembre se dispararon en EE.UU. unos mecanismos políticos que, sin embargo, ya llevaban años preparados. Unos mecanismos basados en la hegemonía necesaria de América en el mundo.




En la calma chicha de los 90 fue gestándose la tempestad con la que se abriría paso el nuevo milenio. Una ideología de tintes revolucionarios, de raíz existencialista y nietzscheana, subyacía en el Imperio Americano. Un pensamiento que rechaza los valores tradicionales europeos que han impulsado lo que, a esta lado del Atlántico, se ha denominado “legalidad internacional”, que desprecia el racionalismo kantiano igualitarista y hunde sus raíces en la idea de Derecho Natural (el del más fuerte). De Heidegger, Schmidtt y Nietzsche hemos pasado a Bush, Wolfowitz o Condoleeza Rice. ¿Qué eslabones hay entre los filósofos existencialistas del “poder” y los políticos del Partido Republicano? Para los neoconservadores, el 11-S fue el pistoletazo de salida que la historia les dio para comenzar su proyecto, pero sus ideas fueron tejiéndose y afilándose desde décadas antes.




PREMISAS BASICAS DE LA IDEOLOGIA NEOCONSERVADORA

Las teorías de Leo Strauss y Allan Bloom influyeron, a su vez, en otros filósofos, otros pensadores: periodistas, profesores universitarios... Durante los años 80 y los 90 se fueron gestando los pilares de una ideología 'neocon' con unas premisas fundamentales.

- CRISIS Y REVOLUCIÓN PERMANENTE:

Aquí se adoptan postulados trotskystas. Muchos de los neocons tienen su origen en la extrema izquierda, y en su paso a la derecha radical se llevaron consigo algunas ideas de Trotsky, como la de “revolución permanente” para moldear la política mundial. Según Trotsky, sus oponentes no podrían construir nunca una oposición eficaz porque se verían abrumados por una avalancha de insurrección. En la ideología “neocon” este concepto es matizado por el de “Guerra permanente”.

- GUERRA PREVENTIVA:

Este postulado está basado en el principio de “el derecho natural del más fuerte”. Según los neoconservadores, Estados Unidos tiene derecho a reprimir a cualquier Estado que pudiera constituir un desafío. Los desafíos al poder de los Estados Unidos, a su seguridad, hay que atajarlos a tiempo, antes de que sea demasiado tarde. Esto es la guerra preventiva.

- CONTROL DEL ARMAMENTO MUNDIAL:

Albert Wohlstetter, estratega neoconservador de la guerra fría de la Universidad de Chicago fue uno de los impulsores del concepto de la amenaza de la fuerza, y se le atribuye la expresión: “el delicado equilibrio del terror” para referirse a su tipo de política exterior basado en la posesión bilateral de armas letales. Se dice que el personaje de Strangelove, de la película de Stanley Kubrick “Teléfono Rojo, ¿Volamos hacia Moscú?”, está inspirado en él. En la actualidad, EE.UU. utiliza el TNP (Tratado de No Proliferación de armas) para evitar que países “enemigos” o que supongan una amenaza para la seguridad nacional posean las denominadas WMD/ADM (Weapons of Masive Destruction/Armas de Destrucción Masiva).

- AMIGOS Y ENEMIGOS:

Extraído de los pensamientos de Carl Schmitt. La existencia permanente de un “enemigo” es necesaria para la perpetuación y la consolidación del poder político. La desaparición del enemigo marcaría el comienzo de la despolitización, el fin de lo político. Perder al enemigo no significaría reconciliación o progreso y mucho menos recuperación de la paz o de la fraternidad humana, sino por el contrario, traería consigo la violencia desterritorializada y ubicua. Esto tiene su mejor ejemplo en el concepto de “Eje del mal” (Aix of evil), con países “enemigos”, y otros amigos con carta blanca para violar varios de los más fundamentales Derechos Humanos: Israel. La división teórica es la siguiente: Estados o Gobiernos “amigos” son los que participan de los mismos valores de democracia liberal abierta del mundo occidental; Estados “enemigos” serían aquellos hostiles a occidente, dictatoriales, que desprecian la democracia, que promueven el terrorismo o que suponen una amenaza para la seguridad norteamericana.

- ACCIÓN INTERNACIONAL UNILATERAL:

Se plasma, sobre todo, en el convencimiento de que la ONU no es fuente de ningún Derecho Internacional válido, si consideran que los intereses y la seguridad de los Estados Unidos están en peligro. Mientras, la “vieja Europa” (Colin Powell) confía en estos principios que sustentaron la Paz de Westfalia. Como escribe Robert Kagan, (ensayista y miembro permanente del Carnegie Endowment for Internacional Peace): “un mundo sin una norma universal de derecho internacional no necesariamente carece de moralidad y justicia”, y añade: “El ‘viejo internacionalismo’ de la Carta de la ONU está muerto”.

- PRAGMATISMO:

Estas teorías deben tener una adecuación pragmática y realista en el orden internacional existente. Como escriben Lee Feinstein y Anne-Marie Slaughter en “La obligación de prevenir” (Foering Affaire): “la obligación de prevenir no puede aplicarse a todas las sociedades cerradas que cuentan con programas de WMD. Para ser práctica, la obligación debe ser limitada y aplicarse a los casos en que pueda arrojar resultados beneficiosos.” Este sería el motivo por el cual se escoge la guerra como solución para Irak, pero con respecto a Corea del Norte, Estado que efectivamente posee WMD (Armas de Destrucción Masiva) se deciden estrategias que incluyen presión diplomática internacional, económica…etc, pero no la guerra.

- ANTEPONER GUERRA A DIPLOMACIA:

La división entre Estados “amigos” y “enemigos” deja poco espacio a la acción diplomática. Si un Estado es “enemigo”, habrá que combatirlo, controlarlo o favorecer un cambio de régimen. El recurso a la fuerza de forma preventiva es anterior a la diplomacia y hace que, tras la amenaza militar, esta sea efectiva. Según Lee Feinstein y Anne-Marie Slaughter (op.cit): “mantener el recurso de la fuerza como opción es a menudo un ingrediente decisivo para que la diplomacia funcione”.

- RECHAZO DE LA “CONTRACULTURA”:

Los neocons surgen a finales de los años sesenta como reacción a lo que ellos consideraban era una pérdida de los valores tradicionales que habían hecho de Norte América un lugar próspero. La “contracultura” estudiantil se identificó con esa pérdida de valores. El posmodernismo y nihilismo subsiguiente sería otra de las grandes fobias de los neoconservadores.


LOS NEOCONSERVADORES UNO A UNO

(Por Richard Perle)

Alto ejecutivo de The Jerusalem Post y de la cadena mediática de Conrad Black (que posee, entre otros, The Daily Telegraph). Es “investigador residente” del Instituto Empresarial Americano (AEI) de Washington, otra gran fundación en el circuito neoconservador. Durante tiempo fue consejero del Pentágano y asesor para el programa político del Likud. Asiduo de tertulias políticas, este "Señor de las tinieblas" participa como socio en dos importantes Think Tanks: el American Enterprise Institue y el Project for New American Century, aparte de ser asesor en el grupo JINSA (Instituto Judío para la Seguridad de Israel). Sus influencias políticas se centran en el actual número dos del Pentágono, Paul Wolfowitz.

GARY SCHMITT

Es el director ejecutivo del Proyecto para el Nuevo Siglo americano (Project for New American Century, una fundación dedicada a la difusión de las ideas neoconservadoras afines a la “doctrina Bush”). A principios de los años 80, Schmitt formó parte del equipo de la Comisión del Senado para Inteligencia . En 1984, fue designado por el Presidente Reagan como director ejecutivo del Consejo Asesor para Inteligencia Internacional de la Casa Blanca, puesto que ocupó hasta 1988. Desde entonces, ha colaborado con publicaciones como Nacional Interest, un diario de política exterior, y con Brookings Institution, y ha trabajado como consultor para el Departamento de defensa. Además, él ha sido profesor de adjunto en Paul H. Nitze la Escuela de Estudios Avanzados Internacionales, Johns Hopkins la Universidad.

MICHAEL LEEDEN

También es investigador en American Enterprise Institute (AEI). Comenzó como profesor de historia, fue corresponsal en Roma del periódico “The New Republic”. Dentro de la política, ha ejercido su influencia como Consejero especial de la Secretaría de Estado entre 1981 y 1982 desde donde ascendió a Consultor del Estado y del Departamento de Defensa entre 1982 y 1986. Tras el 11-M su labor investigadora se ha centrado en el terrorismo internacional y sus conexiones con "estados fallidos", materia en la que es experto. En su libro The War against the Terror Masters analiza por qué EE.UU estaba poco preparado contra esta amenaza, y disecciona los que para él son Estados que “sponsorizan” o “patrocinan” el terrorismo.

IRVING KRISTOL

Editaba la revista "Public Interest". Él y Norman Podhoretz (director de "Commentary") simpatizaron con el Senador McCarthy y criticaron el movimiento de los derechos civiles y universitarios de los años 60. De esta manera, ambos fundaron la UCRA (University Center for Rational Alternatives) cuyo objetivo era reforzar los valores más conservadores de esa sociedad y atacar cualquier brote de progresismo. Al terminar Bush padre emigró a las comunicaciones. En 1994, cuando los republicanos ganaron las elecciones para el Congreso, Rubert Murdoch (importante propietario de medios de comunicación de masas) accedió a financiar su semanario “Weekly Standard”, que hasta día de hoy se mantiene a pesar de sus pérdidas. En 1994 diseñó para el Partido Republicano un trabajo conocido como "Project for the Republican Future", y en la actualidad es presidente de "Project for New American Century".

WILLIAM KRISTOL

Hijo de Irving Kristol. Director de la revista Weekly Standard. Profesor de Ciencias Políticas y consejero principal del ala neo conservadora del Partido Republicano. Actúa como uno de los teóricos más influyentes y reconocidos de la actual estrategia de dominación estadounidense, y se le considera uno de los ideólogos de la ruta que está siguiendo el actual presidente de los Estados Unidos George W. Bush en su política exterior. Al ser elegido George Bush padre, obtuvo el cargo de jefe de gabinete del vicepresidente Dan Quayle, pasando a ser conocido peyorativamente como el cerebro de Dan. En 1995 participó en la elaboración del programa republicano (Project for Republican Future). Suele aparecer como comentarista en las Noticias del canal Fox.

ROBERT KAGAN

Escritor y columnista. Autor de libros como Poder y debilidad, en el que ofrece un análisis de las divergencias actuales entre Estados Unidos y Europa. Miembro de la Fundación Carnegie por la Paz y del Consejo de Relaciones Internacionales. Kagan apoyó claramente a la guerra en Irak, y centró sus críticas en la posición de Francia en este conflicto bélico, al tiempo que alabó la figura del ex presidente del Gobierno español, José María Aznar, al que considera un 'gran hombre de Estado'. Sus críticas, en los últimos tiempos, se han centrado, no obstante, en la posición de Europa ante los problemas del mundo. Para Kagan, la reivindicación "multipolar" europea obedece a la debilidad militar del continente, y considera que los principios aludidos para llevar cualquier conflicto a la ONU son principios del pasado.

NORMAN PODHORETZ

Director de la revista Commentary (editada por la comunidad judía). Una de sus obsesiones, como la de tantos neocons, es la contracultura, especialmente la de los años 60, que despreciaban. Al respecto, Podhoretz escribió: “podemos resaltar que la defensa que han hecho los neoconservadores de la sociedad y los valores de América contra los asaltos de la contracultura terminaron con una victoria que, de una manera modesta, podría recordar a la victoria de Occidente sobre el comunismo en la Guerra Fría”. En la actualidad es un firme defensor de la intervención en Irak, guerra que él ha definido, casi bíblicamente, IV Guerra Mundial.


POLÍTICOS Y DIRIGENTES

DONALD RUMSFELD

Secretario de Defensa durante la Administración Bush. Después de desempeñar el cargo de Secretario de Defensa durante el mandato de Gerald Ford en 1977, se unió al sector privado como Director General de G.D. Searle, compañía farmacéutica, que en la actualidad es una filial de Pharmacia. Fue también Director General de General Instrument, empresa proveedora de componentes de telecomunicaciones que sería comprada por Motorola. Sus contactos empresariales son: G.D. Searle/Pharmacia, General Instrument/Motorola, Gulfstream Aerospace, General Dynamics, Tribune Company, Gilead Sciences, Amylin Pharmaceuticals, Sears, Roebuck&Co, Allstate, Kellogg y Asea Brown Boveri.


PAUL WOLFOWITZ

Subsecretario de Defensa durante la Administración Bush. Número 2 del Pentágono. Es el cerebro de la defensa de la administración Bush. Perteneció al círculo de Leo Strauss (del que fue alumno) y Allan Bloom, al que siguió consultando sus decisiones una vez que llegó a puestos de poder en la Administración. Fue Subsecretario de Estado en la Era Reagan. Wolfowitz actuó como Embajador estadounidense ante Indonesia de 1986 a 1989 y planteó la idea de cambio de régimen, con Suharto en el punto de mira. Se manifestó de una manera sorprendente ante la noticia de la retirada de las tropas de Irak por parte del nuevo presidente español. Sobre este tema, dijo que las corridas de toros le parecían una expresión de valentía por parte de los españoles y que no deberían de huir de actos terroristas. Por eso, esta decisión de Zapatero no era “muy española”.

La política exterior agresiva por parte la Administración Bush está, en gran parte, diseñada por Wolfowitz, que se muestra partidario de que los EE.UU. asuman una política hegemónica a nivel internacional y no renuncie a su papel de “superpotencia”. Con respecto a sus potenciales enemigos, establece dos niveles de prevención. En los casos en los que exista la amenaza de grandes potencias (China, Alemania, Japón), Estados Unidos debe aplicar una estrategia de re-aseguración, es decir, dominar militarmente aquellas regiones proveyendo seguridad y estimulando que dichos países dediquen sus recursos a mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.

En el caso de países menos desarrollados pero con capacidades militares importantes (Rusia, Irán, Irak, Siria, Corea del Norte), Estados Unidos debe ser capaz de prevenir su ascenso mediante guerras preventivas.


DICK CHENEY

Vicepresidente
En 1993, Cheney entró a formar parte del American Enterprise Institute en Washington como miembro destacado. En octubre de 1995, llegó a ser Presidente y Director General de Halliburton Company en Dallas, Texas. Durante el mandato de Cheney, se acusó a la compañía Halliburton de estar implicada en la violación de derechos humanos. Cheney instituyó un grupo llamado National Energy Policy Development (NEPD) para el desarrollo de la política energética nacional. El objetivo del NEPD es explotar los recursos de hidrocarburos del mar Caspio. La cuestión para Cheney consistió en cómo transportar petróleo y gas sin tener que negociar con Rusia e Irán.

Cheney es socio de un grupo llamado COMPASS (Committee to Preserve American Security and Sovereignty: Comité para Preservar la Soberanía y la Seguridad Americana). Los socios de COMPASS, entre ellos Cheney, escribieron al presidente Clinton en 1998 para protestar por el Protocolo de Kioto sobre cambio climático. Sus contactos empresariales están en la compañía petrolera Halliburton, en Procter & Gamble, Union Pacific y Electronic Data Systems Corp.

CONDOLEEZZA RICE

Consejera de Seguridad Nacional
Miembro del personal del Consejo de Seguridad Nacional, 1989-1991, directora y luego directora principal de Asuntos Soviéticos y de Europa Oriental; posteriormente fue nombrada ayudante especial del asesor de asuntos de seguridad nacional. Sus ideas se centran en el control del armamento mundial: “Es hora de tener un presidente dedicado a una nueva estrategia nuclear y al despliegue de defensas efectivas contra misiles en fecha más pronto posible”.

Sus contactos empresariales son: Chevron-Texaco (de la cual fue directora, accionista y administradora). Además de ser vocal del Consejo de Administración de Chevron, Rice fue también directora de otras dos multinacionales: la agencia de inversión en Bolsa Charles Schwab y la compañía de seguros Transamerica Corp.

JAMES WOOLSEY

Ex director de la CIA (1993-95). Sus ideas acerca de la “cruzada americana” en consonancia con los proyectos de los halcones para el mundo fueron las siguientes: “Esta cuarta guerra mundial durará, según creo, mucho más de lo que duraron para nosotros la Primera y la Segunda Guerra mundiales. Esperemos que no sean las más de cuatro décadas de la guerra fría”. Entre los años 1998 y 2000 fue miembro de la Comisión Nacional sobre Terrorismo, tema en el que se le considera un experto, y de la Comisión Rumsfeld sobre la amenaza de misiles contra EE.UU. En general, lleva vinculado vinculado al poder los últimos veinte años, bajo dos Administraciones Demócratas y dos Republicanas.

MARTIN INDYK

Ex embajador de EE.UU. en Israel durante los periodos 1995-97 (con Isaac Rabin) y 2000-Junio de 2001 (ya con la intimada). Se caracteriza por haber estrechado, aún más, los lazos entre las dos naciones. También ha sido asistente del Presidente Clinton y director “senior” de para Asuntos de Oriente Próximo y Sudasia en el Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés).


LOS NEOCONSERVADORES SE ORGANIZAN LOS THINK TANK

Por seguir con la terminología straussiana de filósofos y caballeros (la parte esotérica y la exotérica de la sociedad secreta), podríamos dividir a los ‘neocons’ en dos grupos fundamentales: los ideólogos y los políticos. Los políticos son los denominados “halcones” de la Casa Blanca, los Rice, Wolfowitz, Rumsfeld y el propio vicepresidente, Dick Cheney. Los ideólogos conforman un grupo heterogéneo, compuesto por periodistas, pensadores, investigadores…etc. Existe un imperio mediático cuya expresión más profunda serían las asociaciones, los Think Tank antes mencionados, y cuya versión más palpable serían las revistas de difusión y los periódicos.

IMPERIOS MEDIÁTICOS

Los neoconservadores han tejido una bien entrelazada red de trabajo: unos “laboratorios de ideas” proisraelíes, comprometidos políticamente y bien financiados. En ella trabajan investigadores, periodistas, ex políticos reciclados por la red. Es un banco de ideas neoconservadoras: comparten becas, se prestan pensadores, pergeñan seminarios conjuntamente… El partido Republicano está bien surtido de ideas.

El magnate de la comunicación Rupert Murdoch y su canal Fox Televisión son el ejemplo más conocido. Es propietario, a su vez, de la revista Weekly Standard, dirigida por William Kristol, el antiguo jefe de equipo de Dan Quayle (vicepresidente, 1989-93), donde escribe gente como Perle, Wolfowitz, Feith y Woolsey, The National Interest (del que fui editor ejecutivo, 1991-94) es financiada ahora por Conrad Black, propietario del Jerusalem Post y del imperio Hollinger en Gran Bretaña y Canadá.

Otro de los lobbies mediáticos sería el que existe en torno al mesías surcoreano, el reverendo Sun Myung Moon, propietario del ultraconservador Washington Times y de la agencia de noticias UPI, que a su vez es dirigida por John O’Sullivan, que pasó, en su época, por ser el autor de los discursos de Margaret Thatcher y que trabajaba para Conrad Black en Canadá.

LOS THINK TANKS O LABORATORIOS DE IDEAS

La parte más profunda de esta red neoconservadora de ideología y difusión, estaría compuesta por los denominados Think Tank: los “tanques de pensamiento”, unas especies de laboratorios de ideas donde se cocinan, al más alto nivel, las ideas que luego adoptarán “los halcones” en sus vuelos internacionales. Huelga decir que están subvencionadas y que gozan del favor de la actual Administración Bush.

La más importante de estas fundaciones sería la AEI (American Enterprise Institut), una fundación dedicada, como ellos mismos se definen, a preservar y fortalecer los principios de libertad, limitación del Estado, empresa privada, y una política internacional fuerte en la defensa nacional. El ejecutivo de The Jerusalem Post, Richard Perle, es uno de sus investigadores residentes, al igual que Michael Leeden, dos conocidos ensayistas neoconservadores.

PNAC (Project for New American Century… Proyecto para un Nuevo Siglo Americano) Fue creada en 1997 como una organización educativa sin ánimo de lucro, con el objetivo de promover el “liderazgo global americano”. Se trataba de una iniciativa impulsada por la plataforma New Citizanship Project (Proyecto de una Nueva Ciudadanía), dirigido por Hill Kristoll y el actual presidente de PNAC: Gary Schmitt.

Otras organizaciones serían WINEP (El Instituto para Políticas de Oriente Próximo de Washington) , cuyo director fundador fue Martin Indyk, que había sido antes director de investigación del importante lobby proisraelí Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (Aipac) y embajador de EE.UU. en Israel. Actualmente está dirigido por Denis Ross.

JINS (El Instituto Judío para Asuntos de la Seguridad Nacional), que fue fundado en 1976, y que gestiona un presupuesto anual de unos 1,5 millones de dólares. Prácticamente fusionado con otro grupo, el Centro para la Política de Seguridad (CSP), posee una impresionante junta directiva que incluye al vicepresidente, Dick Cheney, y los neoconservadores Paul Wolfowitz, Richard Perle, James Woosley, Michael Ledeen… entre otros.




LA RELIGION DE LAS CONSERVADORES:¿JUDIOS? ¿PROTESTANTES?

¿Tienen los ‘neocons’ una adscripción religiosa clara? Mientras unas teorías sitúan el origen del pensamiento neoconservador en el fundamentalismo cristiano cuya apoteosis se da en el movimiento de los telepredicadores durante los años sesenta y setenta como respuesta a la contracultura libertaria, otras teorías lo sitúan en el giro radical que, por los mismo motivos y en la misma época, se da en los judíos norteamericanos. Al margen de los orígenes, lo más sensato parece pensar que, superadas las discrepancias, actualmente existe una alianza estratégica neoconservadora que aglutina lo más radical del pensamiento judío y cristiano. ¿Frente a quién? Para muchos neoconservadores, caído el comunismo, el enemigo, el mal, está atravesado por el Islam.

“El Dios del Islam no es nuestro Dios, y el Islam es una religión muy dañina y perversa”, dijo en octubre de 2001 el reverendo Franklim Graham. Resultó curioso saber que el padre de dicho reverendo, el también reverendo Billy Graham, que además era consejero personal de los Presidentes de Estados Unidos (lo fue especialmente de Richard Nixon) acostumbraba a referirse de forma muy similar a los judíos en la década de los 70.

Otros casos de religiosos que han transformado su antisemitismo en islamofobia serían el del pastor Pat Robertson, que tras alertar durante años del peligro de unos judíos que querían “coexistir hasta que puedan controlar, dominar y luego, si es necesario, destruir” a los EEUU, recibía, en 2002, el premio de los Amigos de Israel concedido por la Organización sionista de América.


¿DONDE ESTA EL PUNTO DE UNION ENTRE CRISTIANOS Y JUDIOS RADICALES?

El proceso arranca con el ascenso de la derecha cristiana durante los años setenta, lógica respuesta a los movimientos sociales emancipadores de los años sesenta. En ese contexto era más lo que unía a judíos y cristianos que lo que los diferenciaba: rechazo por la contracultura, patriotismo norteamericano frente al comunismo y vuelta a los valores tradicionales. En 1978 Falwell viaja a Israel, invitado por el ministro Menean Begin, produciéndose tal sintonía que en 1980 a Falwell se le condecoró con la medalla Vladimir Jabotinsky (nombre del fundador del sionismo “revisionista”).

Paralelamente, judíos como Irving Kristol (posterior consejero del Partido Republicano) o Norman Podhoretz (que ha dirigido revistas como Commentary) rompían con la tradición liberal y de defensa de los derechos civiles e impulsaban un pensamiento basado en la hegemonía norteamericana, el anticomunismo, los valores tradicionales y la crítica al Estado providencia, acercándose así a los posicionamientos de la derecha cristiana.

LA LLEGADA DE RONALD REAGAN

La alianza estratégica entre derecha cristiana y judía se culmina políticamente con la elección de Ronald Reagan. Intelectuales como Allan Bloom, judío, y divulgador de teorías sobre el elitismo político y la hegemonía militar estadounidense frente a imperios del mal, hacen las veces de consejeros e inspiradores (los filósofos) de la corte de los caballeros de la guerra. Los cristianos aceptan de buena gana las tesis del Likud y apoyan incondicionalmente las acciones del Estado de Israel (no olvidemos las masacres de palestinos en Sabra y Shatila en 1982 llevadas a cabo por el entonces militar Ariel Sharon con el apoyo y el consentimiento de la Administración Reagan).

LA GUERRA DEL GOLFO Y LA ERA CLINTON

Esta unión táctica y este sentimiento islamofóbico se refuerzan a principios de los noventa por tres causas fundamentales: la primera es la caída del comunismo y, por tanto, la necesidad de encontrar otro enemigo global frente al que ejercer la confrontación patriótica de afirmación nacionalista norteamericana, imprescindible desde el punto de vista del consumo interior de política; la segunda causa sería la Guerra del Golfo, que simbolizó un tímido ejemplo de reacción panarabista y desafiante al control norteamericano de la zona, máxime cuando la retirada de los aliados se produjo sin haber derrocado a Sadam Husein, lo que provocó una gran frustración en los sectores neoconservadores y el sentimiento de haberse ido sin resolver un problema que a la larga perjudicaría a Israel; y por último, la alianza neoconservadora se consolida aún más cuando se quedan a la sombra de la victoria Demócrata, con un Bill Clinton más preocupado por ofrecer una política de alianzas multilaterales y salpicado moralmente por el caso del Impeachment lewinskyano.

JUDIOS Y CRISTIANOS TRAS EL 11/9

Tras la dudosa victoria de Bush por un puñado de votos, los ‘neocon’ aguardan su momento con los deberes bien hechos. Los terroristas del 11 de septiembre les ofrecen una oportunidad única, y éstos no la desaprovechan para instituir el discurso que más les gusta: el del choque profético de civilizaciones. El Islam es ahora el nuevo enemigo de los neoconservadores (según ellos, el nuevo enemigo de América y de la Libertad), y se adoptan sin fisuras las tesis más radicales del Gobierno israelí: que Yasser Arafat es “el Ben Laden de Israel”, y que hay ejes del mal, estados fallidos y estados criminales que apoyan a los terroristas islamistas y que harán todo lo posible por destruir los Estados Unidos.

Gran parte de los ‘neocon’ cristianos (si bien no todos, puesto que el grupo es amplio y existen matices dentro de él) han asumido sin problemas estas posturas proisraelíes. Importantes miembros de la derecha cristiana como Gary Bauer, Paul Weyrich o Ralph Reed se han sumado a esta cruzada del Likud. Ariel Sharon ha querido que Ralph Reed, antiguo presidente de la Coalición Cristiana, sea uno de los encargados de predicar la palabra de Dios en Israel, y asociaciones como Christian for Israel/USA han financiado la inmigración de 65.000 judíos a Israel para ayudar, según su presidente, el reverendo James Hutchens, “la llamada de Dios que consiste en ayudar al pueblo judío a volver a reinstaurar el Estado de Israel”.

La likudización de la política norteamericana parece bastante extendida. Al menos, ellos creen haber ganado la batalla de las ideas. En un país donde, según una encuesta de la CNN, el 59% de los norteamericanos piensan que el Apocalipsis se va a producir y el 25% cree que el 11-S estaba descrito en la Biblia, la cruzada mesiánica para salvar al mundo de las fuerzas del mal, en este caso fundamentalmente islámicas, parece tener una amplia aceptación.






BASES IDIOLOGICAS: DE LEO STRAUSS A ALLAN BLOOM

“El mundo no tiene alternativa: es nuestro liderazgo o el caos”. B. Kristol (director de la revista Weekly Standard).

¿QUIEN ES LEO STRAUSS?

Strauss es un filósofo minoritario, poco conocido, pero de gran importancia en la Teoría Política del siglo XX. Judío alemán, llegó a EE.UU. huyendo de los nazis, pero curiosamente comparte con ellos a sus maestros ideológicos: Platón, Maimónides, Nietzsche, Carl Schmitt y, de una manera más cercana (fue su discípulo) a Heidegger.

De Heidegger, Strauss adopta la aversión a la modernidad racionalista europea, cuyo espíritu cosmopolita y universalista considera decadente. De Schmitt, Strauss extrae la concepción de la política como el enfrentamiento entre “amigos” y “enemigos”. En definitiva, la teoría política de Strauss se basa en el concepto de “Derecho Natural”, es decir, que el derecho emana de las fuerzas de la naturaleza, del más fuerte.

Estas son las bases ideológicas del inspirador del neoconservadurismo republicano, pero más sorprendente es su manera de proceder en sociedad, la forma que tenía Strauss de interpretar la labor del filósofo. Para éste, el filósofo es alguien que habla en clave, que selecciona a los destinatarios de sus pensamientos, eludiendo siempre a la masa. Es como si decidiese que unos pocos, los elegidos, son los únicos que deben conocer sus pensamientos: sus secretos. Según afirma Shadia B. Drury en “Leo Strauss and The American Right" (“Leo Strauss y el Derecho Americano”), para Strauss la verdad es peligrosa y destructiva para la sociedad. Recordemos que la sociedad que conoce la verdad, la sociedad ilustrada, es la base del Estado Moderno kantiano. Para Strauss, sólo su grupo de iniciados tiene la capacidad de conocerla y afrontarla. Y de esta manera, harán sus discípulos con los suyos, y así sucesivamente se van formando redes, logias straussianas de pensamiento casi secreto, dosificado.

Strauss era un elitista que participaba de la erudición y de las teorías existencialistas tanto como de la paranoia psicótica tan común entre los judíos perseguidos por la Alemania Nazi. Gran parte de su concepción secretiva y casi mística de su filosofía parte de este sentimiento de injuria, de pertenecer a un grupo escogido (el “pueblo elegido” de Moisés). Con el lenguaje en clave, es sortea tal persecución.

Aquí surge la gran contradicción de Strauss y del pensamiento neoconservador, en la contraposición de Dios, con su concepción igualitarista y moral, a la idea de un pensamiento exclusivo, existencialista, y fuente de su propio derecho. ¿Cómo se conjugan la teorías del Derecho Natural, las teorías aristocráticas y casi nietzscheanas con su religiosidad? Este es uno de los puntos más controvertidos y radicales de Strauss. El filósofo reteologiza lo político, y lo funde con lo moral y lo social. Para Strauss la moral y la religión es un fraude que un sabio, un “escogido” capaz de entender la verdad oculta del mundo, puede utilizar para movilizar a las masas, para justificar sus teorías o acciones.
Las redes straussianas existieron (y existen) y tuvieron como origen las clases de Strauss en la Universidad de Chicago. Aquí es donde aparece uno de los eslabones más importantes de esta cadena, un personaje ambiguo y esucurridizo, ampliamente desconocido en Europa pero que ejerció gran influencia sobre el Ejecutivo de Ronald Reagan y que fue colaborador de muchos de los que ahora están en el Pentágono: Allan Bloom.

¿QUIEN ES ALLAM BLOOM?

Allam Bloom fue el mejor discípulo de Leo Strauss. Al menos, ha sido el más potente difusor e impulsor (y por qué no, radicalizador) de las ideas de su maestro. El engarce entre las ideas de Strauss y la realidad política actual de Estados Unidos se realiza, en parte, gracias a su hábil mediación, una intermediación filtrada por la excéntrica y expansiva personalidad de Bloom. Escribió un best-seller que fue uno de los pilares de difusión de la ideología conservadora en la Era Reagan: “The closing of American Mind” (El fin del espíritu americano). Se trata de un compendio de exhortaciones moralistas y recomendaciones para la nueva América: patriotismo, temor a Dios… Pero Bloom, como buen straussiano, hablaba en clave.

FILOSOFOS Y CABALLEROS

¿Qué se escondía bajo esas exhortaciones casi propias de un telepredicador? Bloom tenía una amplia cultura y un gusto delicuescente por la prosa rica y llena de atractivos recursos. Esto le hacía más fácil hallar escondrijos verbales para sus minas de pensamiento. Sobre la superficie parecían no existir; cuando, seducido por su pluma saltarina, el lector "escogido" se sitúa inconscientemente sobre ella, explota de forma irreversible.

El escritor Tony Papert, en su artículo “El reino secreto de Leo Strauss”, publicado el 5 de abril en la revista del activista y varias veces candidato demócrata para optar a la Presidencia de los EEUU, Lyndon Larouche, afirma que leyendo “The closing of American Mind” recuerda un detalle significativo, una de esas claves secretas a las que los straussianos han sido tan proclives: “Bloom escribió que en el juicio a Sócrates estaban presentes hombres que querían que se le exonerara; ellos eran los ‘caballeros’. Pero, ¿qué quería decir con ese término de ‘caballero’?”

Básicamente, los caballeros son los delegados de los filósofos en la vida real, los encargados de poner en práctica los pensamientos, las teorías. Sócrates no debía ser condenado porque “la virtud moral era inaplicable al hombre verdaderamente inteligente, el filósofo. La virtud moral solo existía en la opinión popular, donde su propósito es controlar a la mayoría no inteligente”, nos aclara Papert. La moral es la virtud del débil.

LO ESOTERICO Y LO EXOTERICO

Aquí es donde, de alguna manera, estamos en el terreno de lo que Bloom denominó las enseñanzas esotéricas, los misterios sólo claros para los miembros del grupo, la ideología verdadera del pensamiento straussiano: puro Nietzsche, haciendo equivaler el concepto de “super hombre” al de “filósofo”… Como nos resume Papert: “El filósofo–superhombre, es aquel raro hombre que puede hacerle frente a la verdad: que no hay Dios (…). Que no hay moralidad, que el bien y el mal no existen”.

Y define así la idea que tienen los straussianos sobre la figura del filósofo: “Son los filósofos–superhombres los que le proporcionan a la manada las creencias religiosas, morales, etc., que necesitan, pero que los propios superhombres saben que son mentiras. Nietzsche dijo que sus superhombres han de ser "sacerdotes ateos", y Strauss pretende que sus mentiras son "mentiras nobles". (…) Los "filósofos" se valen de estas falsedades para forjar la sociedad al amaño de los "filósofos" mismos.”

ENTONCES,¿QUIENES SON LOS CABALLEROS?

Los "filósofos" necesitan de gente que les sirva, incluidos los "caballeros". En vez de enseñanzas esotéricas o "secretas" (coto privado de los filósofos), los futuros "caballeros" son aleccionados en las enseñanzas "exotéricas" o públicas. En conjunto, los “caballeros” son la parte ejecutiva que no poseen los “filósofos”, los encargados de aplicar esas enseñanzas: los políticos. El planteamiento de Strauss, que Bloom nos filtra, es el de un “reino secreto” de los filósofos, con delegados en el poder político.


LOS NEOCONSERVADORES ´MADE IN USA´

Hay veces que creo que, salvo la OTAN contra la que luché, ni la ONU ni la UE han sido realmente vencidas en esta guerra del dinosaurio contra el escarabajo", escribía ayer Antonio Gala (El Mundo) para ensalzar a los jefes de Estado que "no fueron tan míseros ni tan imbéciles como para ponerse al sol que más calienta" en la ONU y para proclamar que "la vieja y certera Europa" y "la resurgida opinión pública europea" pueden "estar orgullosas". Por contra, José María Carrascal (La Razón) dudaba de la existencia del derecho internacional alegando que éste es enemigo de los estados soberanos y que no hay tribunales y policía que lo hagan cumplir.

En las antípodas de él estaba Darío Valcárcel (Abc), que rebatía un artículo de su director, Zarzalejos, para negar que la ONU ya "no merezca más que una necrológica" y llorar por este EEUU. Valcárcel se remontaba a Harry Truman, el presidente de EEUU que cofundó la ONU en la idea de que "el poder (de la fuerza) no hace el derecho", sino que "el derecho hace el poder", para denostar a Bush --"no tiene las luces naturales ni los talentos adquiridos para su función" -- y sus ideólogos: "Los neoconservadores americanos han llegado al poder en el 2000. Los conservadores americanos son hombres prudentes, duros pero realistas. Los neoconservadores creen que no es necesario respetar a nadie, que las alianzas son superfluas, las organizaciones internacionales inútiles, que el poder militar alumbrará un orden nuevo. Detrás subyace una cosa: miedo". Así describía Valcárcel a la "extrema derecha" que reina en EEUU.


LOS NEOCONSERVADORES

(Por Percival Manglano)

El final de la Guerra Fría dejó huérfanos a muchos ideólogos y oficiales de la política exterior norteamericana. Durante los anteriores 45 años, las relaciones internacionales habían estado estructuradas por un análisis del mundo - fundado en gran medida en el “largo telegrama” y el artículo “Las fuentes del comportamiento soviético” de George Kennan - en el que un conflicto mundial separaba nítidamente a “ellos” de “nosotros” y dejaba poco espacio para ideas fundamentales alternativas. Cada Estado – y muchos nacieron durante esta época - se inscribía en un bando y hacía suya la ideología de una oposición mundial entre el liberalismo y el comunismo. Tal preponderancia de una interpretación primordial de las relaciones internacionales daba a su vez lugar a que se pudiese defender convincentemente la existencia de un “Orden” internacional, basado en el argumento realista del equilibrio de poderes.

Los conflictos en el mundo de los años 90 ya no estuvieron supeditados a un evidente conflicto global. Las ideologías preponderantes en el análisis de la política exterior norteamericana no supieron elaborar la teoría que convenciese rotundamente a todo el mundo del sentido último de las relaciones internacionales (el trabajo ideológico que más se acercó a dicho fin fue el del “choque de civilizaciones” de Samuel Huntington). Frente a una situación incomprendida y demostrando ante todo la incapacidad propia para pensar las relaciones internacionales de una manera desideologizada, se impuso la idea de la existencia de un mundo en “desorden.”

Durante esos mismos años 90, un grupo de intelectuales, antiguos responsables de las administraciones republicanas y abogados norteamericanos se organizaron para promover una visión ideológica de las relaciones internacionales que pudiese llegar a dar un nuevo orden intelectual al mundo. Definiendo cuál era el conflicto fundamental en el mundo – un mundo “unipolar” según la definición de 1991 de Charles Krauthammer[i], uno de los autores asociados al grupo -, establecerían cuál debería ser la política exterior de los EEUU.

Los eventos del 11 de septiembre ofrecieron a este grupo la oportunidad para establecer sus ideas como la base de la conducta de la política exterior norteamericana. La razón principal es que en los momentos de zozobra política posteriores a los brutales atentados, sus miembros más destacados articularon un mensaje coherente al que se acogió el Presidente Bush para dar respuesta a la pregunta central suscitada entonces: “¿y ahora, qué?” Era un mensaje cuyo carácter ideológico hacía simple lo que era complicado y, por ello mismo, imponía un orden formal a los eventos internacionales. Se establecía claramente cuáles eran las amenazas a las que se enfrentaban los EEUU y el mundo y, sobre todo, cómo había que resolverlas. Nadie tuvo los reflejos intelectuales más rápidos que los de los neoconservadores durante las semanas posteriores al 11-S.

Para entender mejor quiénes son y qué creen los neoconservadores, este papel analizará los orígenes del neoconservadurismo, así como sus ideas principales desarrolladas durante los años 90 y valorará el alcance de su influencia actual y en un futuro próximo.


LOS ORIGENES DE LOS NEOCONSERVADORES

Existen dos versiones (no necesariamente opuestas) de cómo se inventó el término “neoconservador.” La primera es que fue inventado por ciertos Demócratas para definir (y deslegitimar) a antiguos compañeros cuyas ideas habían cambiado, impulsándoles hacia las filas del conservadurismo. La paternidad de la segunda sería de los propios neoconservadores, quienes quisieron destacar así la novedad - temporal y conceptual - de sus creencias conservadoras. En cualquier caso, lo que ambas versiones demuestran es que estamos ante una ideología que atravesó en un momento dado la frontera imaginaria que divide la izquierda de la derecha. ¿Por qué y cómo ocurrió esto?

Irving Kristol, el intelectual fundador y editor de la influyente revista The Public Interest, es considerado uno de los fundadores del neoconservadurismo y ha escrito largamente sobre el tema (destacando su libro de 1995, Neo-Conservatism. The Autobiography of an Idea). Su famosa definición de un neoconservador es la de un “liberal atracado por la realidad.” El atraco ocurrió hacia finales de los años 60. Kristol y los demás integrantes de la primera generación de neoconservadores habían sido liberales hasta entonces, es decir se identificaban más bien con las ideas del Partido Demócrata, aun cuando sus orígenes intelectuales pudiesen echar raíces incluso en el trotskismo. Pero dos rechazos, uno a una evolución interna a los EEUU y otro a otra internacional, les empujaron hacia el neoconservadurismo.

El rechazo interno fue contra la tolerancia liberal hacia la revolución sexual, el consumo de drogas, el pacifismo y, en general, la “contracultura” de los jóvenes de la época. Los neoconservadores se identificaban con los ideales del New Deal de Franklin Roosevelt y defendían que el Estado fuese responsable de la protección de los más desfavorecidos social y económicamente, seguramente porque ellos mismos tenían orígenes sociales modestos y habían vivido las privaciones de la Gran Depresión en primera persona (Kristol, por ejemplo, quien nació en 1920). Sin embargo, este liberalismo se combinaba con una fuerte moralidad que les impedía aceptar que sus hijos se viesen tentados por vidas promiscuas o de consumo de drogas.

La evolución externa fue el rechazo al “deshielo” de la Guerra Fría, por causa de su visceral anticomunismo. Los Estados Unidos encarnaban en su mente el mejor sistema político del mundo y su obligación era la de promover activamente su democracia y libertad por todo el mundo (quizá se reflejen aquí los orígenes trotskistas de algunos neoconservadores). Se oponían moralmente a un realismo político que estuviese dispuesto a convivir con el comunismo, la antítesis del sueño americano. La suya era y es una visión muy moralizada del ejercicio del poder en un mundo en el que se enfrentan las fuerzas del bien y del mal. Esta visión les impulsa a querer crear un mundo nuevo a imagen de las virtudes norteamericanas, opuesto a otro antiguo, corrupto, maquiavélico y cínico. Tal ideología ha encajado bien con la visión tradicional de los fundadores de la nación norteamericana y sus esfuerzos por distanciarse de la “corrupta Europa.” Ha sido descrita alternativamente como de “Wilsonianismo duro” (es decir, idealista pero no multilateralista) o de “realismo ideológico.”

Dos de los referentes del neoconservadurismo han sido políticos demócratas, pese a que hoy los integrantes de la segunda generación de neoconservadores sean prácticamente todos republicanos. El primero es el Presidente Harry Truman, cuyo idealismo y defensa de los valores esenciales de EEUU son interpretados como la base sobre la que se fraguó el inicio de la Guerra Fría y gracias a los que se salvó a Berlín Occidental, Japón o Corea del Sur. El otro fue un contemporáneo de la primera generación de los neoconservadores y maestro de la segunda (nacidos ya en los años 40 y 50): el Senador demócrata por Washington Henry “Scoop” Jackson (muerto en 1983). Jackson, muy ligado a la industria de armamentos y a veces descrito como el “Senador de Boeing”, pero también referente del movimiento sindical, era un anticomunista convencido enemigo de cualquier tipo de apertura hacia la Unión Soviética y opositor acérrimo de Henry Kissinger. En las oficinas de Jackson comenzaron sus carreras miembros destacados de la segunda generación de los neoconservadores como Richard Perle (que sigue definiéndose hoy en día como un demócrata), Irving Kristol, Eliott Abrams y Frank Gaffney.

La segunda generación de neoconservadores se especializó en política exterior en parte porque sus ideas contrarias a la tolerancia liberal de los años 60 se convirtieron rápidamente en elementales dentro del Partido Republicano. Sin embargo, su moralismo, idealismo y militarismo chocaron con los conservadores más pragmáticos y realistas de dicho partido. En particular, los años 70 estuvieron generalmente caracterizados por el realismo de las administraciones de Nixon (con su apertura hacia China y el final de la guerra de Vietnam), Ford y, sobre todo, Carter. Aún así, el mensaje neoconservador se hizo escuchar, aunque fuese desde los márgenes. El mejor ejemplo es el del “Equipo B” creado en 1976, con Donald Rumsfeld como Secretario de Defensa y Geoge W. Bush como jefe de la CIA, para dar una segunda opinión sobre unas proyecciones de la CIA en relación a la amenaza nuclear soviética. El informe final de dicho equipo describió a la Unión Soviética – en una época, recordemos, de deshielo - como una potencia expansionista ante la que era necesario alcanzar imperativamente la superioridad estratégica. Entre los integrantes del equipo estuvo ya Paul Wolfowitz, el neoconservador más relevante en la Administración actual. Wolfowitz ya había estado, desde 1973, involucrado y, en gran medida, opuesto a las negociaciones de los acuerdos de desarme SALT.

La llegada de Reagan al poder, tras los desastres en política exterior en Irán y Afganistán de la época Carter, supuso para los neoconservadores la implantación de una política exterior relativamente afín. Además, empezaron a obtener puestos de responsabilidad política en los Departamentos de Defensa y Estado. Perle fue Under Secretary of Defense for Policy (nº 3 del Departamento) y Wolfowitz primero tuvo el prestigioso puesto de Jefe del Policy Planning Staff del Departamento de Estado (1981-1982) y luego fue Assistant Secretary of State for East Asian and Pacific Affairs (1982-1986). La experiencia de los más destacados neoconservadores debe ser muy tenida en cuenta. Wolfowitz, por ejemplo, ha trabajado para todas las administraciones norteamericanas desde Nixon hasta ahora, salvo la de Clinton. Su larga experiencia en la Administración y su maña negociadora explican parte de su éxito para imponer sus tesis dentro de las luchas burocráticas habituales en un Gobierno.


El FIN DE LA GUERRA FRIA Y LA IDEOLOGIA NEOCONSERVADORA

El final de la Guerra Fría supuso para los neoconservadores ante todo la duda de quién sería a partir de entonces el enemigo: ¿qué fuerzas se iban a oponer a la preeminencia americana en el mundo y a la exportación de su modelo de democracia y libertad? Su labor, también, fue oponerse al reflejo aislacionista que caracteriza a la corriente más tradicionalmente conservadora del Partido Republicano. Su compromiso para transformar el resto del mundo era irrenunciable.

La Administración de Bush padre demostró ser mucho menos afín que la de Reagan a las ideas neoconservadoras, promoviendo el Secretario de Estado James Baker y el Consejero de Seguridad Nacional Brent Scowcroft un realismo de equilibrio de poderes heredado de Kissinger y del Concierto Europeo del siglo XIX. El evento decisivo para los neoconservadores de la época fue la primera guerra del Golfo y, sobretodo, la decisión, respaldada por el Secretario de Defensa Richard Cheney, de no entrar en Bagdad y deponer a Sadam Husein. La idea que se podía convivir con el régimen de Sadam simplemente conteniendo su amenaza y, en efecto, manteniéndolo, fue el ejemplo paradigmático de la amoralidad del realismo al que se oponía, por ejemplo, Wolfowitz, que en esa época era Under Secretary of Defense for Policy y, por lo tanto, vivió la decisión en primera persona. El “containment”, término básico de la ideología de la Guerra Fría inventado por Kennan para describir la estrategia de contención a desarrollar contre el imperialismo soviético, se podía justificar contra un Estado nuclear de la talla de la Unión Soviética. Pero no con un pequeño y agresivo Estado como Irak, rendido ya prácticamente al Ejército norteamericano. El abandono a su suerte de las minorías chiíes y kurdas tras alentar su sublevación agravó aún más la decepción de los neoconservadores que vieron en la decisión de Bush padre una gravísima dejación de las responsabilidades norteamericanas. Hasta tal punto que ciertos neoconservadores como John Woolsey o Robert Kagan decidieron apoyar la campaña presidencial de Clinton en 1992.

No cabe la menor duda de que la religión judía de muchos de los neoconservadores (Kristol, Wolfowitz, Perle, Kagan, Feith etc.) ha contribuido a sus creencias ideológicas. Sus referencias históricas están evidentemente marcadas por la Segunda Guerra Mundial y por la estrategia de apaciguamiento de las potencias europeas hacia Hitler. El tratado de Munich de 1938 es recordado como un acto de cobardía que no sólo agravó la guerra subsiguiente, sino que además contribuyó al Holocausto (en su mente, sin Tratado de Munich y con un ataque preventivo contra Alemania en 1938 o incluso antes, no habría habido Holocausto). Las amenazas a la seguridad internacional deben, por lo tanto, ser neutralizadas incluso a través de ataques preventivos, antes de que se agraven. A este respecto, también es importante subrayar cómo los neoconservadores se han distinguido por deslegitimar a sus adversarios políticos acusándoles de “antisemitismo.” Un ejemplo en la política interna fue ataque en estos términos dirigido contra Patrick Buchanan, representante del ala más tradicionalmente conservador (paleo-conservador en expresión de algunos) del Partido Republicano, durante su campaña fallida para las primarias republicanas de 1996. Las acusaciones de un antisemitismo resurgente en Europa lanzadas en 2002 en relación con las críticas europeas contra el gobierno de Sharon deben, sin duda, leerse en este mismo contexto. Las simpatías de muchos neoconservadores hacia el Partido Likud en Israel y sus posiciones son bien conocidas.

El documento que marcaría la pauta del pensamiento neoconservador durante los años 90 fue redactado en 1992 por Wolfowitz y Lewis “Scooter” Libby (también destinado entonces en el Departamento de Defensa). Un borrador, filtrado por el New York Times, cayó como una bomba sobre las conciencias de aquellos que, tras el final de la Guerra Fría, querían que su sociedad se beneficiase de los dividendos de la paz y proponían la reducción de las responsabilidades militares de los EEUU en el extranjero. El Senador demócrata Joseph Biden, gran experto en política exterior, lo describió como una recomendación para “literalmente, una Pax Americana.” Se trataba de los Defense Policy Guidelines (DPG) cuyo borrador inicial, tras la polémica suscitada, fue ampliamente moderado. Lo que pedían los DPG en su versión filtrada era que los EEUU mantuviesen su preeminencia militar sobre Eurasia, impidiendo la ascensión de cualquier otro rival, y el fomento de una política de ataques preventivos contra estados sospechosos de estar desarrollando armas de destrucción masiva (ya se mencionó entonces la posibilidad de una nueva campaña contra Irak). Predecía, también, un mundo en el que las intervenciones norteamericanas en el extranjero, unilaterales o en coalición, serían constantes. Ni siquiera mencionaba a la ONU apenas un año después de que la Guerra del Golfo se hubiese ejecutado bajo mandato de su Consejo de Seguridad. Diez años después, en 2002, el National Security Strategy of the United States, documento que establece las líneas estratégicas oficiales norteamericanas, hacía suyo los conceptos de un “internacionalismo distintamente americano,” de ataques preventivos y de un gasto militar imbatible, aunque también mostrara una predisposición favorable a trabajar bajo el mandato de la ONU.


La INFLUENCIA NEOCONSERVADORA

Los DPG son un buen ejemplo de cómo los neoconservadores han conseguido ejercer su influencia. Éstos son individuos eminentemente intelectuales que plantean sus batallas por el poder como una lucha entre ideas. Hemos señalado ya los perfiles-tipo de los neoconservadores: intelectuales, profesores, investigadores, columnistas de opinión, editores, incluso abogados. Merece la pena destacar también quiénes no son. No son militares de carrera, no son empresarios o directivos de empresa y, sobre todo, no son políticos electos. Las carreras políticas de la mayoría de los neoconservadores, cuando las han tenido, se han centrado en los pasillos de poder de Washington; no son políticos que se enfrenten a sus electores, que deban justificar su actuación ante potenciales votantes. Ellos no se encargan de ganar elecciones; asesoran a los candidatos y se integran en la administración una vez éstas han sido ya ganadas. Como veremos más adelante, este “enclaustramiento” es seguramente su mayor debilidad a medio-plazo.

Sin embargo, qué duda cabe de que han sido excelentes hacedores de opinión. Aparte de documentos oficiales como los DPG, han conseguido influir en la opinión norteamericana a través de básicamente dos canales: los think-tank y los artículos de opinión de distintos medios norteamericanos[ii].

El mejor ejemplo de un think-tank al servicio de las ideas de los neoconservadores es el Project for the New American Century (PNAC). Creado en 1997 y centrado en temas de relaciones internacionales, ha desarrollando su influencia publicando cartas abiertas a Presidentes firmadas por personalidades de gran relevancia, no necesariamente neoconservadoras, e informes. De esta manera, se ha convertido en una plataforma de expresión que agrupa a distintas corrientes republicanas dentro de un marco neoconservador. Su carta de intenciones defiende la idea de “moldear un nuevo siglo favorable a los principios e intereses norteamericanos” mientras establece cuatro objetivos principales: aumentar considerablemente el gasto militar; fortalecer los lazos con los aliados democráticos y retar a los regímenes opuestos a sus intereses y valores; promover en el extranjero la causa de la libertad política y económica; y aceptar la responsabilidad del papel único de los EEUU para promover un orden afín a sus principios. Su informe más influyente ha sido "Rebuilding America's Defenses: Strategy, Forces and Resources For a New Century," publicado en 2000, y también presente en los análisis del National Security Strategy de 2002.

El PNAC es el think-tank más manifiestamente neoconservador. Sin embargo, hay otros que albergan analistas o directivos adscritos a las tesis neoconservadoras. El principal de entre ellos es el American Enterprise Institute for Public Policy Research (AEI), creado en 1943 y con más de 50 investigadores a tiempo pleno en la actualidad. Sus áreas de interés se centran en la política económica, la política exterior y de defensa y los estudios políticos y sociales. Los investigadores del AEI más claramente neoconservadores son Irving Kristol, Richard Perle, Lynne Cheney (esposa del Vicepresidente Richard Cheney), Michael Ledeen y David Wurmser. El AEI es a menudo elegido como lugar para dar importantes discursos de política exterior. El Presidente Bush dio uno el pasado febrero sobre el futuro de la democracia en Irak y la reforma política de Oriente Próximo. El pasado abril, el antiguo líder republicano Newt Gingrich dio otro en el que lanzó un durísimo ataque contra el Departamento de Estado por su actitud defensiva y timorata durante los meses contiguos a la guerra en Irak, idea muy querida por los neoconservadores del Departamento de Defensa.

Entre las publicaciones neoconservadoras, la mayor influencia ha sido ejercida por las editoriales y artículos de opinión del Wall Street Journal y por el Weekly Standard. Éste está editado por William Kristol, hijo de Irving, quien ya fundara otra influyente revista, The Public Interest, en 1955, antes de su conversión al neoconservadurismo. Finalmente, habría que resaltar la revista Commentary, publicada por el Comité Judío Americano y editada durante largo tiempo por Norman Podhoretz. Todas estas publicaciones han tenido, en general, un enfoque internacional que se ha visto ahondado desde el 11-S.





EL FUTURO DE LOS NEOCONSERVADORES

La política marcada por el Presidente Bush desde el 11-S ha tenido una marcada impronta neoconservadora. La Guerra contra el Terrorismo (la “IV Guerra Mundial” en palabras de Eliott Cohen, la tercera siendo la Guerra Fría), el Discurso sobre el Estado de la Nación de 2002 en el que se definió el famoso “eje del mal,” el National Security Strategy de 2002 y, sobretodo, la invasión de Irak, han sido testimonios de una creciente influencia neoconservadora. Su visión maniquea y moralizadora del mundo se ha adaptado muy bien a las creencias y necesidades de un Presidente Bush ansioso por vislumbrar un orden intelectual en un mundo que el 11-S amenazó con derrumbar bajo sus pies. Los neoconservadores han transmitido a Bush la idea de que el enemigo es, evidentemente, el terrorismo y, además, la falta de democracia y libertad en las sociedades donde nace. Para luchar contra el terrorismo y su posible uso de armas de destrucción masiva se debe estar dispuesto a “cambiar regímenes” a través de ataques preventivos y a promover la libertad y la democracia allá donde falten. Sin embargo, la pregunta que nos debemos de hacer ahora es: ¿hasta qué punto es sostenible esta influencia neoconservadora?

La invasión de Irak ha sido el gran éxito de los neoconservadores, pero, al mismo tiempo, su futuro se ha asociado indisociablemente al devenir de la ocupación. El proyecto de regeneración democrática de todo Oriente Próximo se vería abortado desde el principio si Irak cayese en la anarquía y las tropas americanas tuviesen que abandonarlo. Por otro lado, una vez terminada la operación de ocupación militar, la influencia sobre el futuro de Irak se ha tenido que compartir con otros Departamentos y, en particular, con el de Estado. James Garner, el primer administrador de Irak, era un oficial militar retirado. Paul Bremer, el actual, le sustituyó al cabo de apenas un mes y no sólo es un diplomático de carrera sino que además fue el consejero delegado de la empresa de consultoría de Henry Kissinger, el gran oponente intelectual de los neoconservadores. Además, los errores o las presiones cometidas en el momento de justificar el ataque también han afectado a los neoconservadores. El 22 de julio, por ejemplo, Stephen Hadely, Consejero adjunto de Seguridad Nacional, asumió la culpa por la falsa mención al uranio que, según el Discurso del Estado de la Nación, Irak trató de comprar a un país africano para construir armas nucleares.

Por otro lado y, como bien resaltaba The Economist en su artículo “The shadow men” del 24 de abril, el poder de los neoconservadores es uno, ante todo, de influencia sobre el Presidente Bush. Las circunstancias han ayudado a que el Presidente les haya escuchado en los últimos dos años, pero nada garantiza que continúe haciéndolo en el futuro; de hecho, ya durante su campaña presidencial de 2000 se notó más bien la influencia de otros grupos ideológicos que le llevaron a defender una política exterior “modesta, pero fuerte” y a criticar la noción de “nation-building.” El Presidente es el objetivo de influencia de muchos intereses burocráticos y, en este caso, el Departamento de Estado, el Consejo de Seguridad Nacional y la CIA están opuestos a las tendencias neoconservadoras imperantes en el Departamento de Defensa y, en menor medida, en la Vicepresidencia. Un ejemplo de que el Departamento de Estado puede llegar a ejercer una influencia superior sobre el Presidente que la de los neoconservadores ha sido la reciente implicación de Bush en el conflicto palestino-israelí y su defensa de la “Hoja de Ruta”, a la que los neoconservadores están frontalmente opuestos. Además, como ya comentamos anteriormente, los neoconservadores no son políticos electos y, por lo tanto, no pueden ofrecerle a un Presidente lo que éste más puede valorar en momentos señalados: votos.

Nos acercamos ahora a una cita electoral en los EEUU. En el 2004 se celebrarán elecciones presidenciales y Bush será candidato. Su atención, focalizada por su asesor político Karl Rove, se centra cada vez más en dicha cita y su obsesión será no repetir el error cometido por su padre en 1992 cuando perdió unas elecciones tras ganar una guerra en Irak. La economía sigue sin despegar claramente después de más de dos años de crecimiento débil y el déficit público se calcula en torno al 4,6% para este año. Es difícil pensar que los neoconservadores mantengan a medio-plazo el nivel de atención del Presidente Bush obtenido hasta ahora. En el momento en que el Presidente se centre en asuntos nacionales, los planes internacionales de los neoconservadores se verán relegados progresivamente a un segundo plano y, con ello, su influencia.

Sin embargo, a más largo plazo se cierne una amenaza directa sobre la preponderancia norteamericana que podría reemplazar en un espacio relativamente corto de tiempo a las preocupaciones por la inestabilidad mundial originadas en Oriente Próximo y propagada por el terrorismo y el petróleo. Se trata del clásico poder de un estado antagonista ideológicamente de los EEUU, con un fuerte crecimiento económico y claras tendencias expansionistas. La amenaza de China puede convertirse en la siguiente obsesión para los neoconservadores, que ya lograron que el Presidente definiese a China como a un “rival estratégico” durante la campaña presidencial de 2000. Si dicha amenaza se llegara a concretar, los neoconservadores podrían ser fuente de influencia añadida sobre su Presidente en el futuro.


LAS PRINCIPALES FIGURAS NEOCONSERVADORAS

Elliot Abrams, Asesor Especial del Presidente y Director para la Democracia, los Derechos Humanos y las Operaciones Internacionales del Consejo de Seguridad Nacional.
Kenneth Adelman, profesor adjunto de estudios estratégicos en la Universidad de Georgetown, embajador adjunto de EEUU ante la ONU con Reagan.
William J. Bennett, Fundador de Americans for Victory over Terrorism (AVOT), Secretario de Educación con Reagan y Director of the Office of National Drug Control Policy con Bush padre.
John Bolton, Under Secretary para el Control de Armas y la Seguridad Internacional en el Departamento de Estado, antiguo vicepresidente del American Enterprise Institute y abogado.
Steve Cambone, Under Secretary para Inteligencia en el Departamento de Defensa.
Eliott Cohen, catedrático y director del departamento de Estudios Estratégicos del School of Advanced Internacional Studies (SAIS) de la Johns Hopkins University, miembro del Defense Advisory Board.
Lynne Cheney, fellow del American Enterprise Institute, antigua Presidenta del National Endowment for the Humanities con Reagan y Bush padre, esposa del Vicepresidente Richard Cheney.
Midge Decter, escritora, consejera del Heritage Foundation, esposa de Norman Podhoretz.
Eric Edelman, asesor de política exterior del Vicepresidente Cheney.
Douglas Feith, Under Secretary for Policy en el Departamento de Defensa (nº 3 en la jerarquía), abogado.
Francis Fukuyama, Catedrático de Economía Política Internacional en el School of Advanced Internacional Studies (SAIS) de la Johns Hopkins University.
Frank J. Gaffney, Presidente del Center for Security Policy, Assistant Secretary of Defense for International Security Policy con Reagan.

Stephen Hadley, Asesor del Presidente y Consejero Adjunto para la Seguridad Nacional (nº 2 de Condoleezza Rice).
Henry “Scoop” Jackson: antiguo Senador demócrata por Washington especializado en temas de seguridad nacional, energía y medioambiente. Presidente del Comité Nacional Demócrata con Kennedy. Presidió el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado de 1963 a 1980. Murió en 1983.
Robert Kagan, director del proyecto para el liderazgo de EEUU en el Carnegie Endowment for International Peace, fundador del Weekly Standard.
Zalmay Khalilzad, de origen afgano, Special Envoy and Ambassador at large for free Iraqis, antiguo enviado especial para Afganistán.
Charles Krauthammer, columnista del Weekly Standard.
Bill Kristol, fundador y editor del Weekly Standard, hijo de Irving Kristol.
Irving Kristol, fundador y editor de The Public Interest, largamente asociado con el American Enterprise Institute.
Michael Ledeen, Resident Scholar in the Freedom Chair del American Enterprise Institute, fundador del Jewish Institute of National Security Affairs.
Leslie Lenkowsy, director de la Corporation for National and Community Service, la agencia federal responsable de los programas Senior Corps, AmeriCorps, y Learn and Serve America, antiguo Presidente del Hudson Institute.
Lewis “Scooter” Libby, Jefe de Gabinete del Vicepresidente Cheney, abogado.
Richard Perle, miembro y antiguo Presidente del Defense Advisory Board (órgano asesor del Departamento de Defensa), fellow del American Enterprise Institute.
John Podhoretz, editor de opinión del New York Post, columnista del National Review, antiguo editor del Weekly Standard, hijo de Norman Podhoretz.
Norman Podhoretz, investigador del Hudson Institute, antiguo editor de Commentary.
William Safire, columnista del New York Times.
George F. Will, columnista del Washington Post y del Weekly Standard.
Paul Wolfowitz, Secretario adjunto de Defensa.
James Woolsey, socio en el bufete de abogados Shea & Gardner, director de la CIA con Clinton.
David Wurmser, research fellow de Oriente Próximo en el American Enterprise Institute.


LAS PRINCIPALES INSTITUCIONES NEOCONSERVADORAS

Think-tanks:

· American Enterprise Institute: www.aei.org
· Americans for Victory Over Terrorism: www.avot.org
· Center for Security Policy: www.centerforsecuritypolicy.org
· Institute for Educational Affairs: funadado por Irving Kristol y William Simon en 1978. Basado en Nueva York. Su misión es la de identificar estudiantes prometedores, otorgarles becas de estudios y ayudar a colocarlos en organizaciones activistas, proyectos de investigación, publicaciones de estudiantes, agencias federales o publicaciones nacionales:

· Hudson Institute: www.hudson.org
· Jewish Institute for National Security Affairs: www.jinsa.org
· Project for the New American Century: www.newamericancentury.org

Publicaciones:

· Commentary: www.commentarymagazine.com
· The National Interest: www.nationalinterest.org
· The Public Interest: www.thepublicinterest.com
· The Wall Street Journal (páginas de opinion): www.wsj.com
· The Weekly Standard: www.weeklystandard.com

[i] El Anejo I incluye una relación de las principales figuras neoconservadoras para su consulta a lo largo de todo el trabajo.
[ii] El Anejo II incluye una lista y las direcciones web de dichos think-tanks y publicaciones.


EEUU Y SU POLITICA EXTERIOR NEOCONSERVADORA

(Herrera, Boris Yopo)

Transformar el mundo, usando el poder incontrarrestado de Estados Unidos en la post Guerra Fría. Este era, ni más ni menos, el objetivo de los ideólogos neoconservadores de la política exterior norteamericana, y la oportunidad para implementar este diseño fue el contexto generado por los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, y la ulterior guerra de Irak, que serviría como <> del nuevo momento que comenzaba en este esfuerzo por reordenar las relaciones de poder a nivel internacional.

Algunos de los miembros fundadores de este movimiento eran <> que habían girado a la derecha durante la Guerra Fría, desilusionados por la evolución que habían tomado los <> y por el creciente <> que comenzaba a imperar en la sociedad norteamericana de los años sesenta, marcada por las revueltas estudiantiles y la oposición a la guerra en Vietnam. Entre los representantes más destacados de esta corriente, cabe mencionar entre otros a Paul Wolfowitz, ex Secretario Adjunto de Defensa y hoy Presidente del Banco Mundial, Richard Perle, ex alto funcionario de la Administración Reagan, William Kristol, editor de la revista conservadora Weekly Standard, y Charles Krauthammer (1), columnista de la revista Time y del periódico Washington Post.

Es interesante destacar que los impulsos de este grupo por hacer una <> (ahora de corte conservador) no se extinguieron totalmente, y como señaló con ironía un miembro de esta corriente al apoyar las políticas de la administración Bush, el contexto post 11 de septiembre tal vez era la única oportunidad histórica para realizar el antiguo sueño de <>. En efecto, hasta ese entonces, los llamados <> cumplían una función marginal en la formulación de la política exterior norteamericana, lo que se percibe claramente en el programa y discursos del entonces candidato George W. Bush, o de sus asesores más inmediatos, como Condeleezza Rice, que en un artículo en Foreign Affairs del año 2000 hace un planteamiento más enmarcado en el <> que en esta opción <> que comienza a imponerse con fuerza después de los atentados a las torres gemelas en el 2001 (2).

Fue este evento el que abrió una ventana de oportunidad para que estos grupos comenzaran a ejercer una influencia ahora decisiva, que ya se percibía en 2002, y que encuentra su momento culminante en la intervención militar en Irak a mediados del 2003. Los <> ven esta intervención como una reivindicación de su estrategia de eliminar a adversarios que atentan contra los intereses norteamericanos a nivel global, promoviendo al mismo tiempo nuevos liderazgos surgidos de procesos democráticos que debían garantizar la estabilidad y la implementación de políticas convergentes con las de Estados Unidos, en diversas <> que amenazan la estabilidad internacional. La creciente pérdida de influencia del Secretario de Estado Colin Powell, como queda acreditado en múltiples artículos y dos importantes obras recientes, el giro de la entonces Consejera de Seguridad Nacional, Condelezza Rice, hacia posiciones más cercanas a los <>, y el cuasi monopolio en las decisiones claves de la política exterior que adquieren el vicepresidente, Dick Cheney, y el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, demuestran como la estrategia neoconservadora, materializada a nivel internacional a través de la llamada <> (que en su acepción original considera las guerras preventivas, cambios coercitivos de régimen y otras acciones unilaterales como caminos legítimos para asegurar los intereses norteamericanos en el mundo) había adquirido un peso central en la formulación y ejecución de la política exterior norteamericana hacia fines del primer mandato del presidente de Estados Unidos (3).

Un autor, Stephen Sestanovich, describió a esta nueva doctrina como <>, actuar primero, y buscar legitimidad y respaldos políticos después. Era el momento estelar del <>, en un contexto en que había apoyo interno, la nueva amenaza <> del terrorismo, y las capacidades militares para actuar decisivamente contra los principales adversarios de Estados Unidos en el escenario global. Sin embargo, a poco andar el optimismo inicial de los formuladores de política en la Casa Blanca demostró graves carencias de análisis y previsión, y tres años después, contrariamente a lo anunciado por los estrategas de Washington, Irak se encuentra en una situación de cuasi guerra civil, y convertida en un centro de operaciones y reclutamiento de terroristas que operan en el Medio Oriente (4).

Una deficiente planificación estratégica, un mal diagnóstico de la realidad socio-cultural local, la ausencia de apoyo internacional significativo a esta operación, y la insuficiencia de tropas para la magnitud del desafío, explican el caótico estado en que se encuentra este país, lo que contrasta con las declaraciones iniciales de Donald Rumsfeld y otros altos funcionarios, que habían pronosticado una rápida estabilización y retiro de las tropas norteamericanas. Sin embargo, a más de tres años del inicio de la guerra, las bajas de soldados norteamericanos se acercan a las tres mil, además de otros miles de heridos y mutilados, y sin perspectivas próximas de un retiro de tropas, que causaría el colapso inmediato del régimen protegido por Estados Unidos.

Por otra parte, los recientes resultados electorales en Irán, Palestina y Egipto, revelan que la presencia militar norte americana en la región ha sido un catalizador para grupos y corrientes fundamentalistas que rechazan los valores occidentales y un entendimiento con Israel. Paradojalmente, la promoción de la democracia en una región convulsionada y sin tradición liberal ni instituciones democráticas, está generando liderazgos antinorteamericanos, escenario no previsto por el optimismo que impregnó a los neoconservadores después del 2001.

No es casual entonces que a las críticas del sector conservador tradicional, que tiene serios reparos a las ideas <> de transformar el mundo mediante la introducción forzada de la democracia desde el exterior, y que ya vienen escuchándose desde hace algún tiempo en las opiniones del ex Secretario de Estado Henry Kissinger, y del influyente columnista del Washington Post, George Will, entre otros, se sumen ahora las del destacado académico Francis Fuku-yama, que en un reciente artículo en The New York Times decide disociarse públicamente del movimiento neoconservador, señalando que este se encuentra indeleblemente asociado a los conceptos de <> (5).

Es interesante destacar en todo caso que un reciente libro muestra que las críticas implícitas de Kissinger a los <>, no han sido obstáculo para que este se constituya en asesor extraoficial de primer nivel del Presidente Bush.

Su principal consejo en este período ha sido que Estados Unidos no debe retirarse ahora del conflicto, puesto que ello representaría una importante pérdida de credibilidad y un nuevo triunfo para los adversarios del país, similar a lo acontecido en Vietnam hace treinta años, lo que ha llevado a muchos críticos a señalar que el ex Secretario de Estado busca reparar ahora lo que considera un error estratégico de proporciones cometido en la entonces guerra en el sudeste asiático (6).

Por cierto, todo este debate está impregnado por el ambiente público imperante hoy en Estados Unidos, pues una importante mayoría de la opinión pública no apoya ahora la estrategia seguida en Irak, y la aprobación del electorado al presidente se encuentra en sus índices más bajos desde que asumió el poder. Este deterioro en buena medida guarda relación con los malos resultados en Irak y también, con la constatación creciente por la opinión pública de que los argumentos usados inicialmente para invadir Irak no tenían respaldo ni fundamento sólidos. La propia Comisión Presidencial del 11 de septiembre concluyó sus trabajos señalando que no había armas de destrucción masiva, y que nunca se pudo comprobar vínculos entre el régimen de Saddam Hussein y grupos terroristas como Al Qaeda (7).

En el segundo mandato del Presidente Bush, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice, consciente del dificil momento por que atraviesa la política exterior del gobierno, y de las repercusiones internas de esta, ha buscado <> a la opinión pública y poner más énfasis en los aspectos políticos de la estrategia seguida por la Casa Blanca, mediante una nueva <>. El eje discursivo de esta mantiene el énfasis en la expansión de la democracia, señalando que <> (rechazando así el argumento central del realismo clásico de su máximo exponente, Henry Kissinger).

Posteriormente, el propio Presidente Bush defendió su política en Irak sosteniendo que a largo plazo lo que traerá estabilidad mundial es la expansión de la democracia. Por cierto, esta tesis no es nueva, y ya el filósofo Immanuel Kant en su tratado sobre la <> habla de que las repúblicas (donde los ciudadanos pueden expresarse) son menos propensas a las guerra que las monarquías. Diversos estudios realizados en las últimas décadas demuestran que países con democracias <> efectivamente han eliminado los conflictos bélicos entre ellas (el caso de Europa por ejemplo). Sin embargo, <> la democracia por la fuerza puede tener efectos contraproducentes para la estabilidad interna e internacional, a menos que exista un proceso previo a nivel de la sociedad civil que sustente las libertades y pluralismo alcanzados a través de una nueva institucionalidad.

Como se ha visto recientemente en el Medio Oriente, en algunas ex repúblicas soviéticas, o en América Latina, liderazgos mesiánicos y autoritarios han aprendido a usar los procesos eleccionarios para afianzar formas de gobernabilidad que violan la esencia de la democracia. Además, un gobierno impuesto <> probablemente carecerá de la legitimidad necesaria para asegurar la estabilidad en un contexto de polarización y convulsión sociales. Esta política presenta también un dilema a los socios y amigos de Estados Unidos, pues la promoción de la democracia (objetivo en que coincide la comunidad democrática de naciones) puede implicar <> importantes a la soberanía.

La pregunta es en qué casos y en qué condiciones e institucionalidad internacional debe ampararse un <>, especialmente cuando en Estados Unidos se debate hoy la búsqueda de <> de intervención, una suerte de <>, que muchas veces podría llegar a constituir un intervencionismo unilateral por otros medios. De aquí entonces el rechazo que la Doctrina Bush ha despertado en importantes socios de Estados Unidos, como la Unión Europea y otras agrupaciones regionales en América Latina, África y el Medio Oriente.

Sin embargo, más allá de analizar las intenciones y declaraciones del equipo que ha manejado la política exterior de la Casa Blanca, hay que considerar las restricciones, contrapesos y costos que ya ha experimentado esta política, y que dificultan de manera importante su continuidad hacia el futuro. Como lo ha señalado el destacado analista internacional, Fareed Zakaria, el gobierno de Bush ya ha debido recurrir a la cooperación internacional para abordar un conjunto de desafíos internacionales, como la lucha contra el terrorismo, la proliferación nuclear en Corea del Norte e Irán, o la estabilización de Irak y Afganistán, o para promover un nuevo diálogo en el Medio Oriente.

Lo que han descubierto los <> es que aun para una <> (como llaman los franceses a Estados Unidos), la magnitud y complejidad de los desafíos actuales es tal, que sin una cooperación sostenida de otros países gravitantes en la escena internacional las posibilidades de éxito se reducen considerablemente. Este fenómeno ya había sido pronosticado hace algunos años por el conocido historiador Paul Kennedy, en su tesis de la <>, y que describe bien el actual dilema que enfrenta una superpotencia que a pesar de sus capacidades objetivas de poder, no logra hoy, unilateralmente, materializar en resultados el ejercicio de esta política en diversos temas que afectan la agenda internacional.

Por ejemplo, solo en Afganistán e Irak hay más de 180 mil tropas norteamericanas, cuya estadía en terreno ha debido prolongarse por los graves problemas que plantean las insurgencias en ambos escenarios de conflicto, lo que hace materialmente inviable que este país se embarque actualmente en conflictos nuevos que puedan surgir. Esto sin considerar que desde un superávit de 236 mil millones de dólares hace cuatro años, hoy la economía norteamericana tiene un déficit fiscal de más de 400 mil millones de dólares, lo que aumenta las presiones para reducir los gastos, incluyendo los de defensa. Todo esto genera un escenario que Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations de Nueva York, ha llamado tina <> (8).

Cabe destacar además, como ya se indicó, que las críticas a la actual conducción de la política exterior provienen no solo de la oposición demócrata, que ha denunciado a la actual administración de haber <> la simpatía y el apoyo internacionales recibidos por Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, y de haber generado a través de su desacertada estrategia en Irak un escenario de seguridad adverso para Estados Unidos al cabo de cinco años de política <>. Esta ha producido más bien un efecto inverso al buscado: un incremento importante en el reclutamiento de extremistas dispuestos a actuar contra este país en diversas partes del globo.

Analistas conservadores que se enmarcan en la escuela realista de las relaciones internacionales, como John Mearsheimer y otros, han criticado también la <> que ha implicado la guerra de Irak y la lucha contra el terrorismo, cuando según la opinión de estos, Estados Unidos tiene adversarios de mayor magnitud como China, Irán o Corea del Norte, cuyas acciones han sido desatendidas en estos años, pero que plantearán un claro desafío para la estabilidad global en las próximas décadas. Mearsheimer, por ejemplo, señala que el verdadero rival de Estados Unidos en el siglo XXI es la creciente proyección de China como nuevo centro de poder en la política mundial, mientras que Kissinger, en un reciente artículo en el diario Washington Post señala que la verdadera prueba de las intenciones chinas será si sus capacidades crecientes las usará para favorecer una política de cooperación con Estados Unidos en el manejo de los principales desafíos que enfrenta el continente asiático, o si usará este poder para excluir gradualmente a este país de tales asuntos (9).

Lo cierto es que si algo ha caracterizado el mundo de la post-post Guerra Fría es la creciente dispersión del poder y la complejización de la agenda a nivel internacional, lo que exige realizar un trabajo concertado que combine bien las dimensiones duras del poder con la capacidad para persuadir a otros actores para desarrollar políticas que sean convergentes con los intereses de la que actualmente es la única superpotencia global. Es esto los que los neoconservadores no fueron capaces de entender, de ahí que su <> resultase ineficaz para abordar desafíos que trascienden las capacidades individuales de los países de hoy, incluyendo los de mayor poder mundial en el siglo XXI.

Un analista llamó a esto alguna vez la <>, y como señala Michael Mandelbaum en su libro The Case for Goliath, lo que necesitaría imperiosamente Estados Unidos en los próximos años es asegurar la estabilidad de largo plazo antes que su supremacía unilateral comience a decaer. En este sentido, el único camino posible es fortalecer las alianzas e instituciones globales que puedan suplir los <> hasta ahora razonablemente garantizados por este país en el concierto mundial (10). El actual momento internacional requiere, en realidad, que la principal potencia ejerza un liderazgo eficaz para garantizar la estabilidad y la solución de los principales problemas que subyacen las grandes crisis vividas en los últimos años.

Contrariamente a lo que algunos puedan creer o querer, un Estados Unidos cuya política exterior vuelva al <> en momentos de grandes cambios y reacomodos del sistema internacional. Pero para que este liderazgo sea efectivo se requiere en primer lugar legitimidad, es decir, que los demás actores gravitantes en la escena internacional perciban el despliegue de las principales iniciativas norteamericanas en el mundo como algo necesario y concordante con sus propios intereses. Y esto solo es posible, cuando se concuerdan políticas y estrategias en ámbitos multilaterales que son las que confieren legitimidad global y legal a lo que se pretende hacer.

En caso contrario, continuará produciéndose lo que Robert Pape ha llamado soft-balancing contra Estados Unidos, esto es, países que se conciertan para usar mecanismos institucionales, económicos y diplomáticos con el fin de debilitar las políticas impulsadas por este país a nivel global (11). El gran internacionalista Stanley Hoffmann escribió hace años un libro titulado Primacía u Orden Mundial, en que expone las opciones norteamericanas en el mundo. El dilema sigue muy vigente el día de hoy, y aunque los reveses recientes han obligado a la administración Bush a introducir cambios importantes en la política exterior en su segundo mandato, los conflictos burocráticos al interior del gobierno y la continuidad en sus cargos de altos personeros responsables de la política actual refleja que, en realidad, se ha producido un reacomodo a una nueva realidad adversa, y no un cambio de <> para entender los desafíos que enfrenta el único imperio <> en el mundo de la post Guerra Fría.

Lo sucedido el año pasado en las Naciones Unidas, cuando Estados Unidos, en una <> con sus más enconados rivales, logró que se desmantelaran secciones importantes del documento sobre reformas globales propuesto por el Secretario General, Koffi Annan, demuestra que en la Casa Blanca, la <> a asumir compromisos internacionales sigue estando muy presente, más allá del duro aprendizaje de los neoconservadores sobre un mundo que quisieron transformar pero, cuyos matices y complejidades nunca lograron entender, ni sobre el tipo de liderazgo que se requiere para que el poder duro que detenta Estados Unidos actualmente alcance resultados concretos.

Otros imperios y potencias coloniales ya aprendieron de la historia y de experiencias pasadas acerca de los riesgos y costos de la <>. De ahí por ejemplo, la reticencia inicial de varias potencias europeas a la intervención norteamericana en Irak, pues si alguna enseñanza sacaron estos países de sus experiencias coloniales es que resulta más fácil entrar en un país que consolidar una presencia militar y retirarse tempranamente (y a bajo costo) de escenarios de conflicto donde se desconocen las claves socioculturales básicas del lugar o región.

En un contexto internacional variado e interdependiente como nunca antes, Estados Unidos tendrá que hacer también el mismo ejercicio de reacomodo a la difícil realidad de un mundo en que el ejercicio desnudo del poder puede ser cada vez más irrelevante y peligroso frente a las amenazas antiguas y nuevas existentes en un orden internacional de transición incierta. Desde luego, como dice, Richard Haass, se reducen las opciones de <>, pero además, sin un nuevo consenso bipartidista en política exterior y sin un trabajo permanente de consulta y negociación con países amigos, la hegemonía norteamericana será cada vez más problemática y difícil.

Por cierto, esta no es la aproximación que favorecen los <>, cuya influencia fue significativa en el período 2001-2005, pero los problemas externos enfrentados por Estados Unidos en los últimos años y los cambios en la opinión pública respecto del papel de este país en el mundo, dejan escaso margen para continuar por la misma senda. Los resultados electorales del próximo período debieran ratificar lo anterior, y por tanto también el continuo declive de esta corriente en la política exterior norteamericana.

(1) Kirkpatrick, David, <>, The New York Times, 22 de agosto, 2004.

(2) Rice, Condoleezza, <>, Foreign Affairs, No1, 2000.

(3) Harper, Stefan y Clarke, Jonathan, America Alone: The Neo-Conservaties and the Global Order, Cambridge University Press, 2004.

(4) Wrigth, Robin, <>, Washington Post, 28 de junio, 2005.

(5) Fukuyama, Francis, <>, The New York Times, 19 de febrero, 2006.

(6) Woodward, Bob, In State of Denial: Bush at War, Nueva York, Simon y Schuster, 2006.

(7) Garton Ash, Timothy, <>, The Guardian, 30 de junio, 2005.

(8) Haas, Richard, <>, The Economist, 6 de noviembre, 2004.

(9) Kissinger, Henry, <>, The Washington Post, 13 de junio, 2005.

(10) Mandelbaum, Michael, The Case for Goliath: How America Acts as the World Government of the XXI Century, Nueva York, Public Affaire, 2005.

(11) Pape, Robert, <>, International Security, No 1, 2005.




LOS NEOCONSERVADORES Y JUDIOS,LAS RAZONES DEL SILENCIO

(por José María)

Una cosa que Walt y Mearsheimer hacen en su refutación es hacer una lista del gran número de políticos, incluyendo a Judíos como Feith, Perle, Wurmser y Wolfowitz (yo añadiría Abrams), que están "profundamente comprometidos" a Israel y ayudaron a meternos en la guerra de Iraq. "Enfatizamos de nuevo que no vemos nada malo en ese compromiso, ya que todos los Americanos tienen derecho a esos cariños y son libres de expresarlos en la vida política," añadieron.

La identificación de los neoconservadores como Judíos es una de esas cosas no dichas/dichas en la vida pública actual. hace dos años, a Wolfowitz se le preguntó sobre los neoconservadores en el American Enterprise Institute y bromeó, "¿No quiere decir Judío?" Estaba siendo irónico; su punto era que la misma identificación era antisemítica.

Esto no es muy simple. Antes de W&M, dos eruditos Judíos conservadores escribieron libros que describían a los neocons como Judíos. The Neoconservative Revolution: Jewish Intellectuals and the Shaping of Public Policy, por el difunto Murray Friedman. And The Fatal Embrace: Jews and the State, por Benjamin Ginsberg.

El libro de Ginsberg se publicó en 1993 y es un trabajo importante para cualquiera que intente comprender el poder Judío, la presencia Judía en la clase dirigente Americana. El tema histórico de Ginsberg es simple: los Judíos se levantan una y otra vez porque sus cualidades son esenciales para los estados que intentan modernizarse. Hicieron de España lo que fue en el siglo XV. Permitieron a los estados Alemán y Británico elevarse en el siglo XIX. "Los académicos Judíos, intelectuales, y artistas eran las fuguras destacadas del teatro alemán, la literatura, la música, el arte, la arquitectura, la ciencia y la filosofía... " Etc. Las palabras "financiero Judío" aparecen incontables veces en el libro de Ginsberg, por una razón obvia: el genio Judío para la finanza ha elevado y fortalecido al estado modernoe.

Ginsberg escribió perturbado. Después de la elevación judía vino la expulsión, discriminación, exterminación. Expulsados de España, concentrados en el Pale, gaseados en Alemania... Ginsberg temía, que la destacada subida de los Judíos en los EE.UU acabaría en reacción violenta.

Estos temores no impidieron a Ginsberg decir que "los neocons son predominantemente Judíos" que se han movido a la derecha "inexorablemente" a causa de su "apego por Israel." Durante la administración Reagan estos neocons trabajaron con el lobby pro-Israel, que se creía era el más poderoso de Washington, para oponerse a la Unión Soviética. Utilizaron "su acceso a los medios escritos y audiovisuales..." Ayudaron a cimentar el apoyo Americano para Israel trabajando con "altos funcionarios Judíos" en el gobierno.

Ginsberg veía esta presencia Judía como buena, aunque temía una reacción violenta populista, evidenciada por declaraciones como las de Pat Buchanan, describiendo el "rincón del amén" en los U.S. en relación a Israel.

¿Por qué la prensa principal no informa acerca de que los neocones son predominantemente Judíos? Las razones principales son dos:

1.- La cultura de los periodistas americanos tiene una fuerte tendencia Judía. (Ginsberg acerca de Londres y Berlin: "Los financieros y editores Judíos de periódicos fueron importantes participantes de [la estructura de poder imperialista Británica]... De los 21 diarios publicados en Berlin durante los años 1870, 13 tenían como propietarios a Judíos y cuatro tenían importantes contribuyentes Judíos. Los tres diarios especializados en sátira política estaban controlados por Judíos").

2.- Irak es un desastre. Los Judíos temen que los Americanos culparán a los Judíos. El Holocausto creció del resentimiento que generaba la influencia Judía. Podría suceder también en los EE.UU.

Bloggers de la izquierda como Greenwald no dudan en culpar a la religión Cristiana como la causa de la debacle de Irak, pero no dice nada de los Judíos. Cuando él sabe igual que yo que Israel es central en ñas consideraciones de los Judíos Americanos. Israel es la "religión secular" de los Judíos Americano, según Dershowitz (1997). Israel debe ser "una extensión de la consciencia y vida" de los Judíos Americanos, Hillel Halkin (1977).

Irak es un desastre que está dañando a los EE.UU. y demanda los análisis más agudos y penetrantes que los escritores sean capaces de hacer, y quizás lo más importante, porque los Judíos entienden estos asuntos de un modo que los demás no pueden, son poderosos en los medios de comunicación, y se lo deben a América.


LA AGENDA NEOCENSERVADORA,SEGUN WESLEY CLARK

Las nuevas memorias de Wesley Clark arrojan más luz sobre las estrategias secretas de la administración Bush para el cambio de régimen en Irán y en otros lugares.

Mientras que la Casa Blanca de Bush promueve la posibilidad de un conflicto armado con Irán, un pasaje tentador en las nuevas memorias de Wesley Clark sugiere que otra guerra es parte de una estrategia planificada desde hace tiempo por el Departamento de Defensa que prevé "cambios de régimen por la fuerza", en no menos de siete estados de Oriente Medio. Los críticos de la guerra a menudo han expresado sospechas de tales planes imperiales, pero esta es la primera vez que un alto ex oficial del ejército ha afirmado saber que existían esos planes.

La existencia de esa nota clasificada, sin duda, proyecta una dudosa luz no sólo sobre la decisión original de invadir Irak porque supuestamente Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva, sino en los esfuerzos actuales para justificar e incluso iniciar una acción militar contra Irán.

En "A Time to Lead: For Duty, Honor and Country", publicado por Palgrave Macmillan el mes pasado, el ex general de cuatro estrellas, recuerda dos visitas al Pentágono tras los ataques terroristas de septiembre de 2001. En la primera visita, a menos de dos semanas después del 11 de septiembre, él escribe, "un importante general" le dijo, "Vamos a atacar a Irak. La decisión ha sido básicamente tomada."

Seis semanas más tarde, Clark regresó a Washington para ver al mismo general y le preguntó si el plan para atacar Iraq se estaba todavía examinando. La respuesta del general fue sorprendente:

"Oh, es peor que eso," dijo, sosteniendo una nota sobre su escritorio. 'Aquí está el informe de la Oficina del Secretario de Defensa [Donald Rumsfeld, entonces] en el que se esboza la estrategia. Vamos a tomar siete países en cinco años. Y los nombró, comenzando con Iraq y Siria y terminando con Irán. "

Aunque Clark no nombra a los otros cuatro países, se ha mencionado en entrevistas televisadas que la lista incluye el Líbano, Libia, Somalia y Sudán. De hecho, él ha descrito esta misma conversación en varias ocasiones durante el año pasado, incluso en un discurso en la Universidad de Alabama, en octubre de 2006, en una comparecencia en el programa de Amy Goodman "Democracy Now", difundido en marzo pasado, y más recientemente en una entrevista con el presentador de la CNN Wolf Blitzer en el programa "The Situation Room." En "Democracy Now", habló acerca de las reuniones y el memo con algo de más detalle, diciendo que había hecho la primera visita al Pentágono "en o alrededor el 20 de septiembre."

Clark dice que él no supo de la nota por la oficina de Rumsfeld. Cuando el general la tuvo por primera vez, recuerda que preguntó, "¿Es clasificada?" Recibió una respuesta afirmativa, según dijo, "Bueno, no me la muestren." Asimismo, dice que cuando vio al mismo general el año pasado, y le recordó su conversación, el funcionario le dijo: "Señor, ¡yo no le mostré esa nota!"

Durante la entrevista con Blitzer, Clark se echó para atrás ligeramente, admitiendo que la nota "no era [necesariamente] un plan. Tal vez se trata de una pieza. Tal vez se trataba de una especie de concepto teórico, pero era la clase de ideas que circulan en los círculos oficiales de esta ciudad ... que ha envenenado la atmósfera y ha hecho muy difícil para esta administración lograr algún éxito en la región. "

El libro de Clark también describe un encuentro hace casi una década con la eminencia neoconservadora Paul Wolfowitz, el ex subsecretario de Defensa de Rumsfeld, quien dimitió bajo una nube de escándalo del Banco Mundial en la primavera pasada. En mayo de 1991, según Clark, había mantenido una conversación con Wolfowitz, entonces el tercer rango civil más importante en el Pentágono, en la que le felicitó por el éxito de la Guerra del Golfo.

"La jodimos y dejamos en el poder a Saddam Hussein. El presidente [George H. entonces W. Bush] cree que será derrocado por su propio pueblo, pero yo lo dudo", cita Wolfowitz lamentándose. "Pero sí aprendí una cosa que es muy importante. Con el fin de la Guerra Fría, ahora podemos utilizar nuestro poder militar con impunidad. Los soviéticos no vendrán a bloquearnos. Y tenemos cinco, alrededor de 10 años, para limpiar estos viejos regímenes amigos de los soviéticos, como Iraq y Siria, antes de que la próxima superpotencia sea un reto para nosotros ... podríamos tener un poco más de tiempo, pero nadie sabe realmente. "

Más de un decenio y medio más tarde, la obsesión neoconservadora por el cambio de régimen persiste y florece en los límites superiores de la administración Bush, donde el vicepresidente Dick Cheney presiona para la acción contra Irán. (Por supuesto, por derrocar a Saddam y poner a los chiítas en el control de Irak, el Presidente Bush y Cheney ya han hecho más para fortalecer a Teherán que los mullahs en el poder jamás podrían haber imaginado en sus fantasías más queridas.) Los motivos declarados van desde la sospecha del patrocinio de Irán en los ataques contra tropas de EE.UU. en Irak a su inquietante búsqueda de energía nuclear, pero las acusaciones de Clark sugieren firmemente que los políticos Americanos decidieron hace años la guerra, no importa lo que Teherán terminó haciendo.

Tal vez es el momento para que los comités apropiados del Senado y el Congreso empiecen a hacer preguntas más difíciles acerca de estas estrategias secretas de la administración para el Medio Oriente. Se podría comenzar entrevistando a Clark a puerta cerradaas acerca de este informe clasificado -- y en qué medida estas ideas tan extremas han promovido la "guerra permanente" que es fundamental para la ideología neoconservadora.


El SUPUESTO ANTICUMUNISMO DE LOS NEOCONSERVADORES

(Por Max Shpak)

Los Neoconservadores y sus defensores tienen la creencia pública de que los neocons eran antiguos izquierdistas que vieron la luz y rechazaron la ideología liberal o Marxista como cuestión de convicción y principios. Desafortunadamente, esta linea oficial no es cierta, sin duda refleja los esfuerzos neocon para ocultar el hecho que su transformación no fue sincera. Para entender la agenda real que condujo y continúa conduciendo buena parte del neoconservatismo, se necesita mirar los orígenes del movimiento y los antecedentes culturales de quienes lo lideran.
Es un hecho probado que muchas de las primeras lumbreras del neoconservatismo (el más famoso Irving Kristol en los años 1940, un ejemplo famoso más reciente David Horowitz) procedían del Marxismo, y que el neoconservatismo (como el propio Marxismo) comenzó siendo y continúa siendo en buena parte un fenómeno del intelectualismo Judío. En la primera parte del siglo XX, el Marxismo atraía a de forma desproporcionada a Judíos por obvias razones. Hay una serie de razones psicológicas complejas y sociales para esta atracción, todas las cuales derivan en buena parte del hecho que el internacionalismo Marxista es una ideología que por su propia naturaleza encuentra discípulos entre la inteligencia urbana sin raíces y anti-religiosa.

Más importante para los propósitos de este análisis, sin embargo, son las razones prácticas para la simpatía Judía por el Bolchevismo. Judíos europeos y americanos tenían un enraizado odio por los regímenes tradicionales y las religiones del continente europeo, particularmente de la Rusia Zarista y de varias naciones del Este de Europa, debido a las persecuciones (reales e imaginadas) y los "pogroms" que se produjeron en esas naciones. Así, cuando los Bolcheviques derrocaron al Zar, destruyerpnm a la odiada Iglesia Ortodoxa, dejaron sin poder al campesinado religioso, y reemplazaron la tradicional autoridad rusa con un amplio Comisariado Judío, la Judería mundial (incluyendo a supuestos "capitalistas" como los Schiffs y los Rothschilds) abrazó la Revolución y la ideología Marxista.

Rusia se convirtió en una colonia Judía en la que el "anti-Semitismo" era un crimen castigado con la muerte y la cultura nativa gentil fue erradicada (gracias a un liderazgo compuesto principalmente por Judíos tales como Trotsky, Zinoviev, Kamenev, y Severdlov, mantenida unida por el filosemita Lenin), los Judíos de todo el mundo pusieron sus esperanzas en la posibilidad de revoluciones similares en otros lugares. Ciertamente, sus compañeros de armas estaban efectuando cambios similares en Hungría (Kuhn), Austria (Adler) y Alemania (Eisner).
El ascenso del Fascismo y el Nazismo solo sirvió para polarizar aún más el apoyo Judío al Comunismo internacional.

Esto cambiaría como resultado de dos desarrollos: un cambio en el carácter del Comunismo Soviético por un lado y la fundación del estado de Israel por el otro. Las purgas de Stalin de muchos de sus antiguos colegas Bolcheviques (incluyendo Trotsky, asesinado en el exilio), su pacto en 1939 con Hitler, y rumores de prejuicios anti-Judíos por el propio Stalin, todo ello frenó los apoyos potenciales. Cuando Hitler invadió la Unión Soviética, quedó claro que las masas rusas no lucharían por el Bolchevismo, una ideología que les trajo tanta miseria, sino más bien por la sangre y la tierra rusa. Desde entonces, el liderazgo soviético tuvo que cortejar a los elmentos nacionalistas rusos que los primeros Bolcheviques habían tratado de erradicar. Esto condujo a una creciente tolerancia hacia la Iglesia Ortodoxa Rusa y una presencia decreciente Judía en el Politburó soviético y en el KGB. Así, la URSS estaba "traicionando" aquello que la hacía atractiva a muchos Judíos.

Quizás un factor aún más significativo en los orígenes del neoconservadurismo fue la emergencia de un estado israelí independiente. Mientras que muchos Judíos Marxistas ansiosamente apoyaban el estado Sionista, la izquierda más consistente intelectualmente se opuso al Sionismo sobre la base de que todos los nacionalismos, incluído el Judío, son enemigos de la revolución proletaria global. Así, los izquierdistas Judíos que una vez abogaron por el internacionalismo para las naciones gentiles se vieron forzados a afrontar las implicaciones de esta ideología para sus propios sentimientos nacionalistas. Así, necesitaban una ideología que les permitiera oponerse al nacionalismo de los gentiles y al mismo tiempo apoyar a Israel, y encontraron esa visión global con el neoconservadurismo.

Al mismo tiempo, aunque la Unión Soviética inicialmente cortejó a Israel durante las guerras de independencia de 1948, quedó claro al gobierno israelí que en un mundo polarizado entre los EEUU y la URSS el primero sería más rico y fácil de sacarle el dinero. Para los años 1950 y las guerras del canal de Suez, a pesar de lealtades residuales Judías al Comunismo, las líneas de batalla ya se trazaron, con Israel en el campo occidental y las naciones árabes forzadas a realizar alianzas de conveniencia con la URSS.

Para muchos Judíos de izquierda América podría servir como un sistema de apoyo vital para Israel y un bastión contra el resurgente "anti-Semitismo" de Rusia. Se puede observar un fenómeno idéntico hoy en día, muchos Judíos liberales demócratas se unen a los republicanos porque estos últimos apoyan a Israel con más fuerza y siguen una línea más dura con las naciones árabes.Todo su nuevo "patriotismo" y "Americanismo" es un fraude diseñado para enmascarar el hecho que la cuestión para los neocones siempre fue y siempre será "¿es bueno eso para los Judíos?"

La agenda neocon Cold puede observarse en muchos frentes. Por ejemplo en relación a Rusia al final de la guerra fría. Mientras que los paleoconservativos como Pat Buchanan han apoyado una normalización de relaciones con Rusia, los neocones continúaron luchando la guerra fría, apoyaron entusiastamente a los separatistas chechenos como "luchadores por la libertad" y abogaron por la expansión de la NATO. Las razones para estas diferencias son obvias: El enemigo de la vieja derecha era la ideología comunista, mientras que para los neocons Judíos abrigan un odio por el nacionalismo ruso. Así la Rusia post-comunista es aún una amenaza para los neocones, particularmente con el resurgente "ultra-nacionalismo" y "anti-Semitismo" ruso, mientras que sin poder comunista todo eso es de poca importancia para la vieja derecha.

La la vieja derecha apoyó a los disidentes cristianos como Solzhenitsyn, pero para los neocones solo eran legítimos disidentes los Sionistas como Natan Sharansky, así como los únicos refugiados apoyados por los neocons eran Judíos (incluyendo a los mafiosos). Solzhenitsyn representa al nacionalismo ruso y a la Iglesia Ortodoxa que hicieron a tantos predecosores de los neoeones abrazar el Bolchevismo, así Solzhenitsyn y la situación apremiante de los disidentes cristianos fueron relegados a la oscuridad en las publicaciones neocon, mientras que los ruidosos Sionistas en la URSS eran recibidos como héroes.

En este sentido los neocons son los verdaderos herederos de Leon Trotsky, que condenó a Stalin y sus seguidores no tanto por su brutalidad (como comandante del Ejército Rojo y supervisor de la CHEKA terrorista de Lenin, Trotsky no era ajeno a la brutalidad y el sadismo) sino por su "anti-semitismo" y traición de la Revolución. La principal crítica de Trotsky al Stalinismo parecía más ser que Stalin conducía a Rusia en la dirección nacionalista más que trabajar hacia el establecimiento de una vanguardia internacional proletaria. El hecho que los ancestros intelectuales del neoconservadurismo no tuvieran ninguna mala palabra sobre el Bolchevismo mientras los objetivos Leninistas-Trotskystas se cumplían sugiere que no era tanto una reconsideración ideológica como un interés tribal lo que motivó a estos conversos neocones.

Como su movimiento desde la izquierda a la pseudo-derecha fue insincera, debe de suponerse que se pueden encontrar los instintos izquierdistas en varios asuntos que defienden los neocones y que se mantienen fieles a su herencia Trotskista. La vieja derecha se oponía al Marxismo no solo por razones económicas, sino por su materialismo, ateísmo y porque rechazaba el nacionalismo y el patriotismo en el nombre de la revolución global. Sin embargo la mayoría de los neocones venían de una cultura que eran tan materialista y cosmopolita como la de los primeros líderes Bolcheviques, así pues es poco probable que discutieran estos aspectos de la doctrina comunista. El hecho de que el neoconservadurismo es una ideología materialista en su naturaleza y enfocada en el internacionalismo (cuando habla de "democracia global" y "mercados globales") hacen evidentes los apuntalamientos fundamentales de la izquierda Marxista entre los escritos de Commentary and The Weekly Standard. Sus pretensiones "conservadoras" parecen limitarse al hecho que se oponen al "socialismo" (de la variedad nacionalista) en el nombre del "capitalismo" (de la variedad internacionalista).

Entendiendo la verdadera naturaleza de los neocones ilimina la esencia de la lucha entre la derecha y la izquierda. Nunca fue una lucha entre "capitalismo" y "socialismo" como la propaganda neocón o comunista nos quiere hacer creer. Más bien, siempre fue un conflicto entre el espiritualismo y el materialismo, entre el nacionalismo y el globalismo, entre la tradición y la subversión, entre los defensores de la civilización occidental y sus enemigos. Muchos "capitalistas" entendieron que los medios económicos no son significantes, solo lo es el fin deseado. Jacob Schiff lo entendió cuando financió a los Bolcheviques, así como Rupert Murdoch, Ted Turner, Marc Rich, Boris Berezovsky, y George Soros entienden que su forma de "capitalismo" es plenamente compatible con la esencia de la Izquierda, y que pueden encontrar amigos y alíados entre los neocons.


LA GUERRA DE IRAK HA MATADO MAS DE 1 MILLON,LOS NEOCONSERVADORES LO NIEGAN

(Por Reuters North American News Service)

Más de un millón de irakíes han muerto como consecuencia de la guerra desde la invasión liderada por los EEUU en el año 2003, según una investigación de uno de los grupos líderes en el campo de las encuestas en Gran Bretaña.

La encuesta, conducida por Opinion Research Business (ORB) con 2.414 adultos entrevistados personalmente, hallaron que el 20% de la gente había tenido al menos una muerte en su familia como consecuencia del conflicto. ORB es un grupo no financiado por el Gobierno. Fue fundado en el año 1994 y efectúa investigaciones para los sectores privado y público.El último censo completo en Irak conducido en 1997 contabilizó 4,05 millones de hogares en el país, cifra que usó ORB para calcular que aproximadamente 1,03 millones de personas habían muerto como consecuencia de la guerra.

El margen de error de la encuesta, efectuada entre Agosto y Septiembre del 2007, era del 1,7%, dando un rango de muertes entre 946.258 y 1.120.000.

ORB inicialmente halló que habían muerto 1,2 millones de personas, pero decidieron hacer más investigación en áreas rurales para hacer la encuesta lo más exhaustiva posible. La encuesta cubrió 15 de las 18 provincias de Irak. De las provincias no cubiertas, dos eran de las más volátiles de Irak -- Kerbala and Anbar -- y la provincia norteña de Arbil, donde las autoridades locales no permitieron que trabajaran ahí.Las estimaciones de muertos en Irak han sido muy controvertidas anteriormente. La revista médica The Lancet publicó un informe revisado por expertos en el 2004 afirmando que había habido 100.000 muertes más de las previsibles de no haber habido la invasión de marzo del 2003. Dicho informe levantó una gran protesta.

El sitio ampliamente monitorizado Iraq Body Count actualmente estima que han muerto entre 81.020 y 88.466 personas en el conflicto, aunque su metodología y cifras también han sido cuestionadas por las autoridades de los EEUU y por otros.





LA CONVERGENCIA NEOCONSERVADORA

(Charles Krauthammer)

La era de la posguerra ha visto un notable experimento ideológico: a lo largo de los últimos quince años, cada una de las tres principales escuelas de política exterior - el realismo, el internacionalismo liberal y el neoconservadurismo - ha tenido su oportunidad de dirigir. (Una cuarta escuela, el aislacionismo, tiene un largo pedigrí, pero todavía no se ha recuperado de Pearl Harbor y probablemente no lo conseguirá nunca; permanece como una fuente menor de disidencia, sin oportunidad de convertirse en una ideología gobernante.) Hay mucho que aprender de este extraño y espontáneo experimento.

La era comenzó con George Bush padre, y tiene un enfoque de realismo clásico. Era un Kissingerismo sin Kissinger -aunque Brent Scowsroft, James Baker y Lawrence Eagleburger encajaron en él en forma admirable. La misma frase que la Administración acuñó para describir su visión - El Nuevo Orden Mundial - capturó la idea central: un mundo ordenado, con dirigentes ordenados, viviendo en equilibrio estable.

Bush padre tuvo dos enormes logros a su crédito: la reunificación pacífica de Alemania, aún históricamente subestimada, y la expulsión de Saddam Hussein de Kuwait, que mantuvo el status quo en el Golfo Pérsico. Sin embargo, su administración sufrió el clásico defecto del realismo: un fallo de imaginación. Bush administró brillantemente la reconstitución de Alemania y la restauración de la independencia de los estados de Europa Oriental, pero no vio suficientemente lejos hacia la liberación de los propios pueblos soviéticos. Su notable discurso advirtiendo a los ucranianos contra el "nacionalismo suicida", pareció preferir la estabilidad soviética al riesgo de quince estados libres e independientes.

Pero no debemos ser demasiado severos retrospectivamente. La democracia en Ucrania era difícil de imaginar aún hace pocos años, y mucho menos en los tempranos 1990s, y la indecisión de Bush no detuvo la marcha de la liberación en la esfera soviética. Pero en otra área de triunfo de Bush -en Irak- la falta de imaginación tuvo consecuencias verdaderamente graves e inclusive trágicas.

El dejar a Saddam en su puesto y rehusar apoyar a los levantamientos kurdos y chiítas que siguieron a la primera guerra del Golfo, ocasionaron más de una década de sufrimiento iraquí, rencor entre nuestros aliados de esa contienda, aislamiento diplomático para Estados Unidos y un corrupto régimen de sanciones de Naciones Unidas. Todo eso condujo final e inevitablemente a una segunda guerra que pudo haberse librado mucho más fácilmente en 1991- y con el entusiasta apoyo de los chiítas iraquíes, que hasta el día de hoy siguen sospechando de nuestras intenciones. Uno recuerda con desmayo que la primera de las dos anunciadas justificaciones de Bin Laden para su declaración de guerra a EEUU fue la guarnición de lugares sagrados (i.e. Arabia Saudita) por soldados cruzados (i.e. norteamericanos) y el sufrimiento de los iraquíes bajo las sanciones. Ambas fueron resultado directo del final inconcluso de la primera guerra del Golfo.

Aun así, los logros de Bush padre exceden en mucho a sus fallos. Comenzó la disolución pacífica del imperio soviético, se detuvo a Saddam y se salvó Arabia. Pero entonces vino el segundo experimento, radicalmente distinto. Por razones que nada tenían que ver con política exterior, el realismo fue abruptamente reemplazado por el internacionalismo liberal clásico de la Administración Clinton.

Es difícil ser generoso valorando su historial. El logro más importante del internacionalismo liberal de esos años -salvar a los musulmanes en los Balcanes y crear condiciones para su posible integración pacífica en Europa- se alcanzó, irónicamente, desafiando su principio más importante. Le faltó lo que los internacionalistas liberales claman incesantemente como el sine qua non de la legitimidad: la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Por lo demás, el período entre 1993 y 2001 fue un despilfarro, ocho años de sonambulismo, de absurda persecución de un tratado más inútil que el anterior, mientras que la amenaza creciente - el terrorismo islámico- era tratado como un problema de aplicación de la ley. Quizá el momento más simbólico ocurrió en la residencia del embajador norteamericano en Francia en octubre de 2000, después que Yasser Arafat había rechazado la oferta de paz de Israel en Camp David y en su lugar había lanzado su segunda sangrienta intifada. Mientras estaba en Paris para una segunda ronda de conversaciones, Arafat rompió abruptamente las negociaciones y estaba abandonando la residencia cuando la Secretaria de Estado, Madeline Albright, corrió tras él en el patio de adoquines para convencerlo de que firmara otro inútil pedazo de papel.

Se dice que León Trotsky, refiriéndose al intelectual neoyorquino Dwight Macdonald, señaló "Todos tienen el derecho de ser estúpidos, pero el camarada Macdonald abusa de ese privilegio". Durante los siete años y medio de la locura de Oslo, la Administración Clinton abusó el privilegio consistentemente.

Entonces vino otro cambio radical. Por milagro o casualidad, dependiendo del punto de vista, gracias a la confusión de unos pocos votantes desorientados en Palm Beach, Florida, ésta ha sido la década del neoconservadurismo. Bismarck señaló que Dios cuida de los estúpidos, de los borrachos, de los niños y de Estados Unidos de América. Dadas las elecciones presidenciales de 2000, está claro que Él trabaja en formas muy misteriosas.

En lugar de realismo o de internacionalismo liberal, los últimos cuatro años y medio han visto una desenfadada aserción y despliegue de poder norteamericano, un recurso al unilateralismo cuando ha sido necesario, y una disposición a adelantarse a las amenazas, antes de que éstas se materialicen. Muy importante, la segunda Adminstración de Bush ha declarado explícitamente que la diseminación de la libertad es el principio central de la política exterior norteamericana. El segundo discurso inaugural de Bush de enero pasado fue la más dramática y expansiva expresión de este principio. Pocas semanas después, en la Universidad de Defensa Nacional, el Presidente ofreció una formulación más sucinta: "La defensa de la libertad requiere el avance de la libertad".

El hecho notable de que la Doctrina Bush sea, esencialmente, sinónimo de la política exterior neoconservadora marca la transición del neoconservadurismo de la disidencia, que ocupó durante la primera administración de Bush padre y los años de Clinton, al gobierno. Uno pudiera decir que la política exterior neoconservadora ha alcanzado la madurez. Esto no sólo es portentoso sino también inesperado. Requiere un repensar de los principios y de la práctica.

Es inesperado porque, hace solamente un año, la política exterior neoconservadora estaba consignada al cenicero de la historia. En la primavera y verano de 2004, en medio de crecientes dificultades en Irak, se creía que las políticas neoconservadoras habían caído a tierra, que la Administración que las había proveído sería pronto arrojada del poder, y que estaban al comenzar las recriminaciones internas sobre quien había perdido la guerra contra el terrorismo, la guerra en Irak y, en verdad, las riendas de la política exterior norteamericana. Un destacado columnista, expresando la sabiduría convencional del momento, llamó el proyecto de Bush en Irak "una fantasía infantil". Y esto, de un amigo del neoconservadurismo.

En cuanto a los liberales que habían subido a bordo del proyecto de liberar Irak, aprovecharon el supuesto hundimiento para abandonar masivamente el barco. Algunos justificaron su abandono de la Doctrina Bush aduciendo que eran ellos los que habían sido traicionados - por una Administración cuya incapacidad, mendacidad, oportunismo político, y algunos otros crímenes, habían arruinado una política que ya hubiera triunfado si ellos hubieran estado a cargo del Irak de la posguerra, calibrando precisamente los niveles de tropas, calculando hasta el tercer decimal el grado requerido de de-Baasificación, y revisando casi todos los otros detalles operacionales de acuerdo con los dictados de su propio genio táctico.

Otros liberales se pusieron el disfraz de realistas que, para el verano de 2004, volvía a estar de moda. En la cúspide de esta nueva ola, poco antes de la elección de 2004, hasta los consejeros de Kerry, dándose cuenta que la crítica internacionalista-liberal de la guerra (es decir, que le faltaba apoyo internacional y legitimidad) no estaban ganando conversos, se decidieron por una línea de ataque "realista". De ahí en adelante, Irak sería conocido como "la guerra equivocada, en el lugar equivocado, en el momento equivocado" que, traducido, significaba que debíamos estar cazando terroristas cueva-por-cueva, en Afganistán, en lugar de librar una cruzada ideológica en el Oriente Medio.

Si a esta mezcla se añaden los realistas clásicos, desde Brent Scowcroft a Dimitri Simes, que se han opuesto a todo el proyecto desde el principio y estaban ahora escribiendo su "te lo dije", parecería que nadie quedaba a bordo del barco neoconservador. Pero el más interesante cambio de postura fue el de algunos que se tenían a si mismos por neoconservadores. Entre éstos, el más prominente fue Francis Fukuyama, cuyo artículo guía en National Interest, del verano de 2004, fue un ataque "realista" a todos los basamentos ideológicos de la guerra de Irak y la idea liberacionista. El mismo título del artículo, "El Momento Neoconservador", hacía la sugerencia burlona, también muy de moda, de que la política exterior neoconservadora estaba liquidada, que su momento había llegado y pasado, que había sido destruida en Irak por su propia soberbia arrogancia, y por 0su ceguera ante la sabiduría realista de que el fracaso en Irak era "predecible", según expresó Fukuyama.

En realidad, Fukuyama había descuidado hacer esa predicción; durante la guerra y los meses de debate que la precedieron, se había mantenido en silencio. Aún más, desde la perspectiva de hoy, inclusive su predicción retroactiva en el verano de 2004 de inevitable y catastrófico fallo en Irak parece dudosa, para decir lo mínimo. Hacer fallida una predicción retroactiva es tremendo logro, pero dice mucho acerca del clima intelectual de hace un año.

Hoy no hay euforia en cuanto al proyecto Irak, pero la sobriedad ha reemplazado al pánico. Las cosas han cambiado, y fueron cuatro elecciones las que las cambiaron: dos en Occidente y dos en el Medio Oriente. Primero vino la reelección en Australia de John Howard, un firme aliado de la Administración. Esto presagió la reelección de George Bush, que reafirmó al mundo sobre la permanencia del poder norteamericano, dio legitimidad popular a la Doctrina Bush y estableció un mandato claro para continuar el proyecto democrático. El rechazo del pueblo norteamericano el pasado noviembre a deponer a un Presidente que, rechazando una "estrategia de retirada", se comprometió al contrario a permanecer en Irak hasta que su autogobierno se hubiera asegurado, fue un momento básico.

Las otras dos elecciones tuvieron lugar en las áreas de nuestro gran esfuerzo: primero las elecciones afganas, escandalosamente minimizadas por los medios informativos norteamericanos, y después las elecciones iraquíes, imposibles de disminuir aun por los medios informativos norteamericanos. Estas últimas fueron un viraje histórico. Después de una serie de otros pasos importantes en Irak, que habían sido descartados como imposibles y ciertamente imposibles de hacer a tiempo - redactar una constitución interina, transferir el poder a un gobierno iraquí interino - llegó la mayor imposibilidad de todas: hacer elecciones libres tal como se había planificado. La abrumadora presencia popular, en lo que era esencialmente una encuesta sobre la sublevación y la idea democrática, envió un mensaje claro y contundente. Los que habían dicho que los iraquíes, como los árabes en general, no tenían particular interés en el autogobierno, estaban equivocados, como también lo estaban los que sostenían que la sublevación era un movimiento nacionalista, anti-imperialista y ampliamente popular.

En modo alguno esto quiere decir que las cosas no han permanecido difíciles en Irak. La sublevación sigue siendo encarnizada. Tiene la capacidad de matar, infundir miedo y, quizá finalmente desestabilizar el gobierno electo. Lo que la elección hizo, sin embargo, fue confirmar lo que ya había sugerido la evidente falta de cualquier programa político por parte de los terroristas. La elección mostró a la sublevación como una alianza de nihilismo Baasista y jiadismo atávico, ninguno de los cuales tiene mucho apoyo en Irak.

Y eso es casi todo. Las elecciones le dieron el poder a 80 por ciento de la población iraquí -los kurdos y los chiítas- y crearon un liderazgo nacional representativo con un interés de vida o muerte en derrotar la sublevación. Al dar a ese 80 por ciento los medios políticos e institucionales para construir las fuerzas armadas necesarias, las elecciones mejoraron enormemente las oportunidades para que pueda surgir un Irak estable, multiétnico y democrático, a pesar del presente caos. Como escribió Fouad Ajami en el Wall Street Journal en mayo 16, acabado de regresar de una visita a la región:

Los sublevados harán lo que son buenos en hacer. Pero nadie cree realmente que esos asesinos pueden echar atrás el reloj... Por un giro del destino, el país árabe que siempre ha parecido marcado para la brutalidad y el pesar, ahora parezca estar preparando un mundo político nuevo.

El efecto de las elecciones en todo el mundo árabe fue igualmente inmediato y profundo. Millones de árabes vieron en televisión como los iraquíes ejercían sus derechos políticos, y se les indujo a hacer la pregunta obvia: ¿por qué son los iraquíes los únicos árabes que votan en elecciones libres y lo hacen, además, bajo la protección norteamericana? El resto es tan bien conocido que apenas merece repetirse. La primavera de Beirut, la retirada de Siria del Líbano. Manifestaciones abiertas y los principios de competencia política en Egipto. Voto femenino en Kuwait. Pequeños pero significativos pasos hacia la democratización del Golfo. La declarada intención de Assad de legalizar los partidos políticos en Siria, la purga del Partido Baas gobernante, elecciones municipales libres de patrocinadores en 2007, y movimiento hacia una economía de mercado. (1)

Ajami ha llamado esto (en el título de un artículo reciente en Foreign Affairs) "El Otoño de los Autócratas". No el invierno, nada es seguro, y conocemos de muchos pasados movimientos democratizadores que fueron exitosamente derribados. Hay demasiadas dictaduras y cleptocracias atrincheradas en la región como para declarar algo ganado. Lo que podemos declarar, con certidumbre, es la falsedad de esas confiadas certezas antes de la guerra de Irak, durante la guerra de Irak y después de la guerra de Irak, de que esté proyecto estaba inevitablemente condenado al fracaso porque no sabemos como "hacer" democracia, y ellos no saben como recibirla.

En Irak, Líbano, Siria, y otros lugares en el mundo árabe, las fuerzas de la liberalización democrática han emergido en el escenario político en una forma que era inimaginable hace sólo dos años. Han sido energizadas y envalentonadas por el ejemplo iraquí y la determinación norteamericana. Hasta ahora, todo el mundo suponía que la única alternativa a la autocracia panarábica, a los Nasser y Saddam, era el islamismo. Ahora sabemos, gracias a Irak y al Líbano, que hay otra posibilidad, y que EEUU le ha dado vida. Como lo expresó el pasado febrero el dirigente druso libanés Walid Jumblatt, poco amigo de la Doctrina Bush, en una entrevista con David Ignatius, del Washington Post:

Es extraño para mí decirlo, pero este proceso de cambio ha comenzado gracias a la invasión norteamericana de Irak. Yo era cínico acerca de Irak. Pero cuando vi al pueblo iraquí votando hace tres semanas, 8 millones de ellos, fue el principio de un nuevo mundo árabe. El pueblo sirio, el pueblo egipcio, todos dicen que algo está cambiando. El muro de Berlín ha caído. Lo podemos ver.

La elección iraquí reivindicó las dos proposiciones centrales de la Doctrina Bush. Primero, el deseo de libertad es universal y no el coto reservado de los occidentales. Segundo, que EEUU está genuinamente comprometido con la democracia, en y por si misma. En contra de los que afirman los cínicos, sean árabes, europeos o norteamericanos, Estados Unidos no entró en Irak buscando petróleo o hegemonía, sino buscando su liberación. Esto es una verdad que en enero 30 hasta al Jazeera tuvo que televisar. Los árabes en particular tienen una sólida razón histórica para dudar de la sinceridad norteamericana: seis décadas de apoyo a los dictadores árabes, un "realismo" cínico que empezó con el acuerdo de FDR con la casa Saudita y alcanzó su apogeo en 1991, con la traición al levantamiento anti Saddam de 1991, que Bush padre había estimulado en Irak. Hoy, sin embargo, ven un Bush diferente y una doctrina diferente.

Las elecciones iraquíes tuvieron un efecto final. Avergonzaron tan agudamente a los críticos extranjeros, especialmente en Europa, que comenzamos a ver una erupción de titulares haciendo la pregunta retórica: ¿Tuvo Bush razón? La respuesta a eso es: sí, hasta ahora. El proyecto democrático ha sido lanzado, contra los críticos y contra las probabilidades. Eso, en si mismo, es un inmenso logro histórico. Pero el éxito requerirá maduración: un neoconservadurismo crítico, preparado a examinar tanto sus principios como su práctica al formar una verdadera filosofía de gobierno.

En una conferencia en el American Enterprise Institute (AEI) el año pasado, traté de establecer una distinción entre una política exterior neoconservadora más expansiva y otra más restringida. Llamé los dos tipos, respectivamente, globalismo democrático y realismo democrático. (2)

El portavoz jefe del globalismo democrático es el presidente mismo, y el segundo discurso inaugural es su texto fundacional. Lo que tiene de más impresionante no es lo que la mayoría encontró horrible: su anunciada meta de abolir la tiranía en todo el mundo. Admitámoslo, tiene un sonido cósmico, pero es sólo una expresión de dirección y esperanza para, bueno, el fin de los tiempos. Lo que es más abarcador es su promesa de que Estados Unidos estará junto a los disidentes en todo el mundo, dondequiera que estén.

Este tipo de lenguaje inmediatamente queda abierto a la acusación de insinceridad e hipocresía. Después de todo, Estados Unidos mantiene relaciones confortables con autocracias de distintos tipos, más notablemente con Egipto, Arabia Saudita, Pakistán y Rusia. Además, si nos ponemos del lado de los disidentes en todas partes ¿no tendremos entonces que declarar nuestra solidaridad no sólo con demócratas sino también con islamitas disidentes sentados en las cárceles de Pakistán, Egipto, Arabia Saudita y Rusia?

Pero no actuamos de esa forma, ni lo necesitamos. El asunto de las alianzas con dictadores, de pactos con el demonio, puede ser encarado abiertamente, francamente, y sin necesidad alguna de estar a la defensiva. El principio es que no podemos democratizar el mundo de la noche a la mañana y, por lo tanto, si somos sinceros en cuanto al proyecto democrático, debemos proceder secuencialmente. Tampoco, por una falsa equivalencia, necesitamos abandonar a los reformistas democráticos en esas autocracias. Al contrario, tenemos el deber de apoyarlos, aun teniendo el perfecto derecho moral de distinguir entre demócratas, por un lado, y totalitarios o jihadistas por el otro.

Puesto que no somos omnipotentes, debemos confrontar el menor de dos males. Eso significa posponer accciones radicalmente desestabilizadoras en lugares donde el apoyo a los presentes regímenes no democráticos es necesario contra una mayor amenaza contra el mundo libre. No hace falta disculparse por eso. En la segunda guerra mundial nos aliamos con Stalin contra Hitler. (Como dijo Churchill poco después de la invasión alemana a la URSS: "Si Hitler invadiera el infierno, yo haría al menos una referencia favorable al diablo en la Cámara de los Comunes".) Esa era una alianza necesaria, y temporal: cuando acabamos con Hitler, dirigimos nuestra atención a Stalin y sus sucesores.

Durante la guerra subsiguiente, la guerra fría, de nuevo hicimos alianzas con el diablo, en la forma de una variedad de dictadores de derecha, a fin de combatir el mal mayor. Aquí, de nuevo, la alianza era necesaria y temporal. Nuestros acuerdos con dictaduras de derecha eran contingentes a su utilidad y en el status de la contienda que se libraba. Una vez más fuimos fieles a nuestra palabra. Siempre que pudimos, y particularmente así que nos acercábamos a la victoria en la guerra mayor, prescindimos de esas alianzas.

Considere dos casos de aliados, temporales pero útiles, contra el comunismo: Augusto Pinochet en Chile y Ferdinando Marcos en las Filípìnas. Probamos nuestra buena fe en ambos casos cuando, al debilitarse Moscú y disminuir la amenaza existencial contra el mundo libre, trabajamos para echar abajo ambos dictadores. En 1986, apoyamos abierta y decisivamente la revolución de Aquino que depuso y exilió a Marcos y, más tarde, en los 80, presionamos fuertemente a favor de elecciones libres en Chile, que Pinochet perdió, allanando el camino para el regreso de la democracia.

Las alianzas con dictaduras estaban justificadas en la guerra contra el fascismo y en la guerra fría, y están justificadas ahora en la lucha contra su sucesor, la guerra contra el radicalismo árabe/islámico. Esto no es sólo teoría. Tiene implicaciones prácticas. Y nada es más práctico que la pregunta: ¿después de Afganistán e Irak, qué?

La respuesta es, primero Líbano y después Siria. El Líbano es el siguiente porque está obviamente preparado para la democracia, habiendo practicado una forma de la misma por 30 años, después de la descolonización. Su sofisticación y cultura política lo hace maduro para una transformación, como lo han demostrado las masivas manifestaciones a favor de la democracia.

Después viene Siria, tanto por su vulnerabilidad -la retirada de Líbano ha debilitado gravemente a Assad - como por su importancia estratégica. Una isla crítica de obstinación en una región que se liberaliza y extiende desde el Mediterráneo a la frontera iraní, Siria ha tratado de desestabilizar a todos sus vecinos: Turquía, Líbano, Israel, Jordania y ahora, más obvia y encarnizadamente, al nuevo Irak. Una presión seria, prolongada e implacable sobre el régimen de Assad, rendirá enormes ventajas geopolíticas en democratizar y por consiguiente pacificar, todo el Levante.

Algunos conservadores (y muchos liberales) han propuesto en su lugar que seamos fieles al lenguaje universalista del segundo discurso inaugural del presidente y vayamos tras las tres principales autocracias islámicas: Egipto, Arabia Saudita y Pakistán. No tan rápido ni tan duro. Son autocracias y, en muchos sentidos, desagradables. Pero hacer eso sería un error.

En Egipto, tenemos ciertamente recursos liberales que debieran ser apoyados y estimulados. Pero, teniendo en cuenta la experiencia argelina, debemos ser recelosos de echar abajo toda la casa de naipes y descarrilar así cualquier progreso del autoritarismo a la democracia liberal. Arabia Saudita tiene una cultura bizantina, y un similar método de gobierno, que debe ser reformado delicadamente, sin llegar a derrocarlo. Y Pakistán, que tiene un gran potencial para la democracia, es simplemente demasiado crítico como aliado militar en la guerra contra al Qaeda para arriesgar algo en este momento. Pervez Musharraf no es un h de p… pero, aun si lo fuera, es nuestro. Deberíamos estar estimulando la evolución hacia la democracia en todos esos países, incesante e implacablemente, como lo hicimos en Afganistán e Irak y debiéramos, quizá sin llegar a la intervención militar directa, estar empleándolos en Siria. Se aplican mejor a los enemigos, no a los amigos.

Lo que es interesante es que la Administración Bush, en la práctica, está procediendo precisamente a lo largo de esas líneas. Empuja a Mubarak, pero gentilmente. Se mueve aun más cautelosamente con Arabia Saudita, temiendo lo que pueda surgir a corto plazo si la cleptocracia real es depuesta. Y, porque Pakistán es tan central en la guerra contra el terror, no mueve ni un cabello de la cabeza de Musharraf.

En pocas palabras, la Administración Bush -si se quiere, el neoconservadurismo en el poder- ha estado mucho más inclinada a continuar el realismo democrático y a consignar el globalismo democrático al terreno de la aspiración. Esta clase de prudente circunspección es, de hecho, una necesidad práctica para gobernar en el mundo real. Debíamos, por ejemplo, estar haciendo todo lo que está en nuestro poder, tanto abierta como encubiertamente, para estimular una revolución democrática en Irán, un estado profundamente hostil y peligroso, aun mientras cuidadosamente tratamos de lograr una evolución democrática en lugares como Egipto, Arabia Saudita y Pakistán. En verdad, la conducta de la Administración Bush implica que, en la práctica, la distinción entre el realismo democrático y el globalismo democrático puede colapsar, porque el globalismo es, simplemente, insostenible.

Otra importante señal de la maduración de la política exterior neoconservadora es que no sigue atada a su propia historia ideológica. Los actuales practicantes de la política exterior neoconservadora son George W. Bush, Dick Cheney, Condoleeza Rice y Donald Rumsfeld. Ellos no tienen historia en el movimiento, y antes del 11 de septiembre tenían poca afinidad con él.

Los padres del Neoconservadurismo son antiguos liberales o izquierdistas. Hoy sus principales defensores, a juzgar por su historia, son antiguos realistas. Rice, por ejemplo, era discípula de Brent Scowscroft; Cheney sirvió como Secretario de Defensa en la primera Administración Bush. Septiembre 11 cambió todo eso. Cambió el mundo y cambió nuestra comprensión del mundo. Como el neoconservadurismo pareció ofrecer la explicación más plausible de la nueva realidad y la más convincente y activa respuesta a la misma, muchos realistas empezaron a comprender la pobreza del realismo: no sólo su futilidad sino el peligro de una política exterior centrada en la ilusión de la estabilidad y el equilibrio. Estos realistas, recientemente asaltados por la realidad, han dado peso al neoconservadurismo, haciéndolo más diverso y, dada la experiencia pasada de los recién llegados, más maduro.

Lo que los neoconservadores han estado recomendando desde hace largo tiempo está siendo ahora articulado y practicado, a los más altos niveles del gobierno, por un gabinete de guerra compuesto de individuos que, viniendo de un lugar distinto, se han unido al campo neoconservador y están llevando la idea neoconservadora a través del mundo. Como resultado, la vasta conspiración derechista ha devenido aun más vasta de lo que los liberales pudieran imaginar. Y aún mientras la tienda se ha agrandado, los grandes cismas y divisiones en la política exterior conservadora -tan ampliamente predecidos hace solamente un año, tan ansiosamente buscados y amplificados por analistas externos - no ha ocurrido. En verdad, las diferencias -si acaso- se han estrechado.

Esto no es disciplina de partido. Es un transigir con la realidad, y una convergencia hacia el centro. Sobre todo, es la maduración de una0 ideología de gobierno cuyo tiempo ha llegado.

Charles Krauthammer es columnista sindicado nacionalmente para

el Washington Post y ensayista para Time. Ganó un premio Pulitzer en 1987, y en 2003 recibió el premio Bradley. Este ensayo, en forma algo distinta, fue presentado en la ciudad de New York en Mayo, como la primera conferencia anual Podhoretz de Commentary.

1. No es que sea probable que Assad haga algo de esto, pero el hecho de que tiene que fingir que lo está haciendo muestra el asombroso alcance de la Doctrina Bush hasta el momento. Vea "Siria Anuncia Reformas, pero Muchos Tienen dudas", de Anthony Shadid, Washington Post, Mayo 18, 2005.

2. El texto de mis observaciones, hechas en la Conferencia

Irving Kristol de 2004 y publicadas como monografía AEI, titulada "Realismo Democrático: Una Política Exterior Para un Mundo Unipolar", puede también ser encontrada en www.aei.org

3. Para una presentación matizada del caso, vea "La Próxima Prueba de la Doctrina Bush", de Victor Davis Hanson, en COMMENTARY de mayo.



NEOCONSERVADORES,LA GUERRA DE IRAK O “EL REVÉS DE LO QUE SE DICE”

(Por Narcís Serra)

...yo sólo me guío del revés de lo que se dice. No es lo opuesto, es el revés. El revés me da mucha tranquilidad porque permite ver cómo están hechas las cosas. Están hechas por el revés para que luego se vean por el derecho. Y el derecho engaña, engaña siempre...
Juan Benet “En la penumbra”


El brutal atentado del 11 de marzo en Madrid viene a recordar la inadecuación de una acción puramente militar contra el terrorismo, así como el precio que puede pagar una población aunque se haya manifestado masivamente en contra de la decisión de su Gobierno. Este atentado, el más grave de la historia del terrorismo en Europa, vuelve a colocar la guerra de Irak en los primeros lugares del debate político en España, cuando la disolución de las Cámaras había conseguido que tanto la denuncia de espionaje al propio Secretario General de la ONU, como los errores admitidos por el propio Bush en los informes de inteligencia, así como las críticas de Hans Blix, tuvieran poco eco incluso en las discusiones de la campaña electoral.

Es hora de decir que el actual debate sobre las armas de destrucción masiva (ADM) en Irak sigue un camino equivocado que no nos acerca a la realidad. Si continuamos discutiendo sobre si existían o no ADM en Irak, o sobre si los servicios de información proporcionaron inteligencia insuficiente, o sobre si Bush (y Blair o Aznar) exageraron la amenaza, aceptamos una premisa errónea que beneficia, en relación a lo que realmente sucedió, a aquéllos que engañaron a la opinión pública propia y a la internacional. Como nos recuerda Juan Benet, conviene analizar el revés de las cosas para ver cómo están hechas y evitar que nos engañen. En el caso de la guerra de Irak, esto implica analizar no sólo la cuestión de la existencia de ADM sino también otros dos temas relacionados con esta guerra, a saber, el papel de Naciones Unidas y la división de la Unión Europea.

Digámoslo bien claro: no es la existencia de ADM la que impulsó la guerra de Irak. Muy al contrario, es precisamente la inexistencia de tales armas la que movió Washington a la conquista militar de ese país, la que hizo aparecer la guerra como el modo más sencillo y de menor riesgo para destruir un elemento del “eje del mal” y anclar en Oriente Medio el poder militar norteamericano. Tanto es así que la posesión de armas de destrucción masiva no fue el argumento esgrimido inicialmente por George Bush y el grupo de neoconservadores que han influido decisivamente en su política exterior. Primero fue el incumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas así como la consideración implícita en muchos discursos de George Bush de que existía una conexión entre el régimen de Sadam Husein y el terrorismo de Al Qaeda.

Sólo más adelante la existencia de esas armas se convirtió en un argumento central porque permitía poner en marcha la doctrina del ataque preventivo acuñada por los neoconservadores en la Estrategia de Seguridad Nacional firmada por Bush en septiembre de 2002. Esta doctrina postula que ni es imprescindible una decisión previa del Consejo de Seguridad de la ONU para legitimar un ataque militar contra otro país, ni la amenaza debe ser inminente: basta que el Gobierno norteamericano, unilateralmente, considere que la amenaza es suficiente. Las ADM constituían esa “amenaza suficiente” y esgrimir su existencia se convertía también en un elemento necesario para asegurarse el apoyo de la opinión pública norteamericana y contrarrestar la animadversión a este ataque de la opinión británica. En una controvertida entrevista a Vanity Fair, en mayo de 2003, el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, admite que poner las ADM en el centro de la argumentación a favor de la acción militar permitía recabar el acuerdo de toda la burocracia gubernamental norteamericana.

Otro motivo más recientemente aducido de la Administración Bush, para justificar la guerra iniciada en marzo del 2003, es el de liberar Irak de la cruel tiranía de Sadam Husein. Destacados publicistas neoconservadores, como Lawrence Kaplan y William Kristol, defienden esta posición en la que ven una característica de lo que denominan doctrina Bush, “que se reserva el derecho de acabar con esos regímenes (los que intentan desarrollar ADM, amenazan a sus vecinos o brutalizan a sus propios ciudadanos), sea por la vía diplomática sea por medios militares”. Pero este argumento, por sí solo, no podía ser determinante –ni de fácil consenso, incluso en la Administración norteamericana como apunta Wolfowitz- ya que la lista de países que caen en esta definición es larga, como sabe incluso el ciudadano de a pie.

Dos razones principales, a mi modo de ver, subyacen en la decisión de Washington. En primer lugar, los neoconservadores siempre han defendido el objetivo de crear un nuevo orden mundial, basado en el poder militar norteamericano. Richard Perle, uno de los exponentes más destacados de este grupo, propone por ejemplo en un libro reciente que Estados Unidos debe actuar decidida e inmediatamente en el caso de Irán a la vez que acabar con el régimen terrorista de Siria. Para los neoconservadores, la respuesta al terrorismo debe ser el derrocamiento de los regímenes opuestos a los valores democráticos que Estados Unidos defiende, mediante el empleo sistemático de su incomparable poderío militar, aunque cabe señalar que tanto ellos como la Estrategia de Seguridad Nacional de Bush hablan más del libre mercado que de la democracia. En cualquier caso, no es sino hasta el impacto provocado por el ataque del 11-S cuando los neoconservadores pueden pasar a la práctica.

En segundo lugar, tras los brutales atentados del 11 de septiembre, el presidente norteamericano y su Administración se encontraron ante la apremiante necesidad de actuar, de responder al ataque, para evitar cualquier acusación de falta de firmeza que, dadas las circunstancias, podría ser considerada falta de patriotismo. Y en cierta medida, era de esperar que los Estados Unidos empleasen el instrumento militar en el que son incomparablemente superiores. Sin embargo, si bien los ejércitos son el recurso clásico de lucha entre estados, no son en cambio el modo adecuado para combatir al terrorismo. Precisamente por ser conscientes de ello, los neoconservadores proponen atacar a los “estados canalla”, o sea, los países del “eje del mal”, ya que en realidad no buscan una estrategia de lucha contra el terrorismo sino la puesta en marcha de un nuevo orden internacional, fundamentado en el uso del poderío militar norteamericano, algo que, como hemos visto, el ataque terrorista del 11 de septiembre hace posible. Además, la facilidad con la que EEUU y sus aliados derrotaron a los talibanes en Afganistán fue un acicate y un poderoso argumento que los neoconservadores emplearon para proseguir su programa y aplicarlo al siguiente objetivo: Irak. Como ha señalado el general Clark, los halcones de la Administración Bush creyeron que la campaña de Afganistán les servía de ensayo para la siguiente guerra, sin darse cuenta de que las verdaderas lecciones a retener estaban en las dificultades del posconflicto.

Por fin, entra en juego la estrategia para afianzar la reelección de George Bush hijo y evitarle la derrota que sufrió a su padre, una preocupación presente en todo su mandato. Es entonces cuando Karl Rove, ideólogo principal de la Casa Blanca y fiel servidor de Bush desde su época de gobernador de Texas, apuesta por la que considera la mejor forma de asegurarla, a saber, con “Bush en guerra”. Los controvertidos anuncios de inicio de campaña por parte de George Bush confirman este enfoque. Y, después de Afganistán, “estar en guerra” significaba atacar Irak. De hecho, como explica Bob Woodward en el libro que lleva ese mismo título, el subsecretario de Defensa estadounidense, Paul Wolfowitz, ya propuso el 15 de septiembre de 2001 atacar Irak en vez de Afganistán porque le parecía un objetivo más factible. Luego se ha sabido por el ex secretario del Tesoro, Paul O’Neill, y por el general Wesley Clark que la idea de atacar Irak fue la meta de la guardia pretoriana de George Bush desde el principio de su mandato, ya que la continuidad del dictador Sadam Husein en el poder suponía para ellos una derrota permanente de Estados Unidos.

Pero la nueva acción bélica no podía presentar riesgos inaceptables en su ejecución, como podía ser el eventual empleo por parte de Sadam Husein de armas químicas o biológicas contra el invasor. De este modo se produjo la enorme contradicción de que mientras el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y el primer ministro británico, Tony Blair, usaban el argumento de las ADM para intentar recabar el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU en busca de legitimación, el equipo de George Bush tomó la decisión real de atacar cuando tuvo la certeza de que sus tropas no podrían ser repelidas con ataques químicos o bacteriológicos. Fue entonces cuando Karl Rove pronunció la frase “let’s focus on Iraq” (“concentrémonos en Irak”).

Al principio de estas reflexiones he aludido a que no sólo en el caso de las ADM sino también en el del papel de la ONU o de la división de Europa hemos de hacer el esfuerzo de observar el revés. La guerra de Irak ha debilitado a Naciones Unidas ante la opinión pública mundial, como muestra la encuesta que realizó el Pew Research Center, que preside Madeleine Albraight, tras la guerra de Irak: la credibilidad de Naciones Unidas cayó en picado en todo el mundo y en ninguno de los 20 países donde se realizó la consulta se consideraba que la organización tuviera un rol importante en los conflictos internacionales. Pero es necesario que nos demos cuenta de que la irrelevancia de la ONU que pregonaron el presidente Bush y su equipo es, sobre todo, un requisito previo para el ataque a Irak. En la mentalidad norteamericana, la guerra es la acción que se emprende cuando falla el diálogo, cuando falla la política o, en este caso, las instituciones. En la de los neoconservadores, las instituciones y los acuerdos internacionales actúan demasiado a menudo como simples condicionantes o limitadores de la libertad de acción de Estados Unidos. Richard Perle ha escrito en su último libro que los Estados Unidos arriesgan su seguridad si se someten a la autoridad de la ONU. Sería pues ingenuo contemplar el debilitamiento de los organismos multilaterales como una consecuencia de la acción militar sin examinar el otro lado de la trama, es decir, la voluntad tenaz la Administración Bush de reducir el poder de los organismos internacionales, de forma previa o paralela a sus decisiones unilaterales.

Lo mismo sucede con la evidente división de Europa en los últimos meses: no es una consecuencia derivada de la guerra de Irak, sino que ha sido buscada por los responsables ultraconservadores de la política exterior norteamericana. Estos piensan desde hace muchos años que una Europa unida se erigiría en un contrapeso demasiado poderoso a la política que pretenden aplicar. De esta lógica surgió la famosa carta de ocho dirigentes europeos en apoyo a las tesis de Washington, publicada en enero de 2003 por el Wall Street Journal: fue, de hecho, una iniciativa norteamericana que la Moncloa recogió con agrado y se encargó de llevar a buen puerto. Casi al mismo tiempo, el secretario norteamericano de Defensa, Donald Rumsfeld, hacía su despectivo comentario sobre la división del continente entre la vieja y la nueva Europa, una opuesta y la otra partidaria de la política de Washington. Siguiendo en la misma línea, Estados Unidos provocó la división de la OTAN proponiendo a Turquía un apoyo que este país ni siquiera había solicitado y, por último, hizo pública su decisión de que ni Alemania ni Francia se beneficiarían de contratos ligados a la reconstrucción de Irak, el día anterior a la cumbre de estos países con el Reino Unido. Conviene subrayar una vez más que no se trata de consecuencias de una actitud unilateral, sino de una estrategia que ha perseguido conscientemente aumentar el margen de maniobra norteamericano evitando que cuajen posiciones unitarias europeas. Por todas estas razones, el apoyo incondicional de los gobiernos británico y español a una línea tan extremista resulta tanto más grave cuanto que esta política puede correr la misma suerte que el macartismo y no tiene ninguna garantía de ser asumida a medio plazo por la sociedad norteamericana, como ponen en evidencia los resultados de los comicios en España.

La apropiación por parte de los neoconservadores de la política exterior norteamericana ha supuesto, a mi modo de ver, una gran desgracia para la comunidad internacional. En un mundo que es unipolar desde hace pocos años, se ha perdido una ocasión irrepetible de llevar la lucha contra el terrorismo a las instituciones internacionales existentes, lo que hubiera conducido a la reforma, tan necesaria, de éstas pero también a su refuerzo, imprescindible en nuestro mundo globalizado. No sólo se ha desperdiciado una gran oportunidad: la doctrina desarrollada por el extremista equipo de George Bush después del ataque del 11 de septiembre y, sobre todo, la decisión unilateral de lanzar la guerra de Irak han supuesto un grave ataque al orden internacional existente (que, recordémoslo, se creó a partir del liderazgo ejercido por Estados Unidos después de 1945) y han debilitado enormemente las posibilidades de una lucha global y efectiva contra el terrorismo.

Así pues en el revés de la trama encontramos la explicación: las ADM han acabado siendo un factor de la guerra de Irak, precisamente porque no existían; no es el debilitamiento de Naciones Unidas lo que empuja a Estados Unidos a actuar sino que ése es el objetivo perseguido por la estrategia global de la Administración Bush; y, por último, la división de la Unión Europea no es sólo la consecuencia de indiscutibles contradicciones internas sino que es para Washington un factor necesario para la defensa de sus intereses nacionales entendidos en la óptica de los neoconservadores, que son los que mandan ahora. Éste es, además de los conocidos diseños petroleros, el entramado de intereses que sostiene la doctrina puesta en práctica por Washington y la actitud de apoyo incondicional de otros gobiernos.

Ahora que se han hecho evidentes la manipulación y el engaño por parte del gobierno español en relación a la información de que disponía sobre el atentado de Madrid, conviene que este otro engaño también sea sometido a crítica por la opinión pública, tanto en Estados Unidos como en toda Europa. Como se ha demostrado en España, sólo los ciudadanos con su movilización y su voto pueden lograr de sus gobernantes el giro necesario que requiere urgentemente la seguridad de todos nosotros.




EL PROYECTO PARA EL NUEVO SIGLO EEUU,LA DOCTRINA BUSH,NEOCONSERVADORES Y LA GUERRA DE IRAQ

(Por Loles Oliván)

"El 'Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense' se fundó en 1997 por un grupo de estrategas neoconservadores ubicados en Washington con el fin de 'concentrar los esfuerzos para el liderazgo global estadounidense'. La agenda del 'Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense' va mucho más allá del cambio de régimen en Iraq. Su declaración de principios comienza con la afirmación de que 'la política exterior y de defensa estadounidense va a la deriva' y reclama 'una política 'reaganiana' de fortalecimiento militar y claridad moral'."

Muchos de nosotros oímos hablar por primera vez sobre el plan de la Administración Bush de invadir Iraq el pasado mes de agosto. Sin embargo, un pequeño grupo de la élite política había planeado el asalto a Iraq hacía algunos años. Habiendo alcanzado ese objetivo, ahora es el momento de comprobar quién es esa gente, cómo han creado una guerra contra Iraq y, sobre todo, cuáles son sus planes para el futuro.

El "Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense" (PNAC, correspondientes a las siglas en inglés de The Project for the New American Century) se fundó en 1997 por un grupo de estrategas neoconservadores ubicados en Washington con el fin de "concentrar los esfuerzos para el liderazgo global estadounidense"[1]. La agenda del PNAC va mucho más allá del cambio de régimen en Iraq. Su declaración de principios comienza con la afirmación de que "la política exterior y de defensa estadounidense va a la deriva" y reclama "una política reaganiana de fortalecimiento militar y claridad moral" [2].

Mientras que su tono es elevado, su propuesta es el intervencionismo militar directo y unilateral para proteger de las amenazas el estatuto estadounidenses de gran superpotencia global. La declaración está firmada por influyentes figuras como Dick Cheney, Jeb Bush, Lewis Scooter Libby, Dan Quayle, Donald Rumsfeld, y Paul Wolfowitz. El PNAC no está solo ni emana de nuevas fuentes de poder. La mayoría de sus miembros fundadores ocuparon puestos en la Administración Reagan o en la anterior de Bush [padre] así como en otros equipos de expertos, publicaciones y grupos de apoyo.


LA NUEVA DOCTRINA BUSH

El efecto de la ideología del PNAC en Bush -el candidato presidencial que prometió una política exterior humilde y aislacionista- es inmenso. Los sucesos del 11 de septiembre de 2001 proporcionaron una oportunidad única para avanzar en la agenda del imperio estadounidense. Comprender tal agenda puede ayudarnos para anticipar los próximos pasos de la Administración Bush y para que nos organicemos adecuadamente.

Con que ustedes leen un solo artículo del Move On Bulletin (por ejemplo el del 5 de abril publicado en el Milwaukee Journal Sentinel [3]), se darán cuenta de la influencia del PNAC en la decisión de Bush de ir a la guerra contra Iraq. Como escribe el autor, el objetivo es transformar Oriente Medio mediante una demostración de poderío militar y "el lugar obvio para comenzar es Iraq, que ya tenía problemas con NNUU, disponía de pocos apoyos internacionales y había sido injuriado incluso por algunas naciones árabes".

El suceso que motivó a los neoconservadores que fundaron el PNAC fue el fin de la Segunda Guerra del Golfo en Iraq. Con el poder de Sadam Husein debilitado, los neoconservadores creyeron que sería eliminado permanentemente. Por el contrario, el anterior presidente Bush animó a la oposición iraquí a alzarse contra el gobierno del [Partido] Ba'ath [gobernante al termino de la guerra de 1991]. Como su rebelión fue echada por tierra por el ejército iraquí, Bush ordenó al ejército de EEUU que no interveniera, eligiendo, al contrario, una estrategia de contención hacia Sadam.

En 1992, Paul Wolfowitz, entonces vicesecretario de Defensa, redactó un escrito político interno sobre la posición militar de EEUU en la era de la Posguerra Fría: evitar la emergencia de una nueva potencia rival mediante la prevención en lugar de la contención y actuar unilateralmente si fuera necesario para proteger los intereses de EEUU. Cuando se filtró un borrador de este informe a la prensa, la controversia estalló y el informe tuvo que ser suavizado. La web PBS Frontline [4] ofrece un informe especial titulado "La guerra puertas adentro" (The War Behind Closed Doors) que contiene datos y una excelente cronología que muestra cómo el borrador de Wolfowitz se ha convertido en la base de la 'Doctrina Bush'.




NEOCONSERVADORES Y SIONISTAS

Un paso importante en la cronología del PNAC es su más importante publicación, "Reconstruyendo las Defensas de EEUU: estrategia, fuerzas y recursos para un nuevo siglo" (conocido en inglés como RAD), editado en septiembre de 2000. El informe toma el borrador de Wolfowitz como punto de partida aclamándolo como "un anteproyecto para mantener la preeminencia de EEUU, excluir la emergencia de una gran potencia rival y redibujar el orden de seguridad internacional de acuerdo con los principios e intereses estadounidenses".

RAD rechaza los cortes del presupuesto de defensa, insiste en que "preservar la situación estratégica deseable en la que EEUU se encuentra en este momento requiere [mantener] una capacidad militar preeminente de manera global, tanto en el presente como en el futuro". La misión militar central de EEUU incluye la habilidad de "luchar y ganar decisivamente ante grandes amenazas de guerras múltiples y simultáneas" y resituar fuerzas permanentes en el sureste europeo y en el sureste asiático.

Otra cita de RAD:

"EEUU ha buscado durante décadas jugar un papel más permanente en la seguridad regional del Golfo. Mientras que el irresuelto conflicto con Iraq proporciona la justificación inmediata, la necesidad de una presencia importante de fuerzas estadounidenses en el Golfo trasciende la cuestión del régimen de Sadam Husein."

Y esta otra:

"En la actualidad EEUU no tiene rival a escala global. La gran estrategia de EEUU debe perseguir la preservación y la extensión de esta ventajosa posición durante tanto tiempo como sea posible [...]. Nuevos métodos de ataque -electrónicos, 'no letales', biológicos- serán más extensamente posibles; los combates igualmente tendrán lugar en nuevas dimensiones: por el espacio, por el 'ciber-espacio'y quizás a través del mundo de los microbios; formas avanzadas de guerra biológica que puedan atacar a genotipos concretos pueden hacer del terror de la guerra biológica una herramienta políticamente útil." [5]

Al abordar los cambios en la estrategia militar de EEUU, el informe RAD admite con pesar que "el proceso de transformación, aunque traiga cambios revolucionarios, será probablemente largo, carente de algún suceso catastrófico y catalizado, como un nuevo Pearl Harbour". Poco después del 11 de septiembre [de 2001], el PNAC remitió una carta al presidente Bush dando la bienvenida a su llamamiento para "una amplia y sostenida campaña" y animando al derrocamiento de Sadam Husein a pesar de que no pudiera vincularse directamente a Iraq con los ataques [de las Torres Gemelas] [6].

"Los intelectuales que más defienden el neoconservadurismo tienen sus raíces en la izquierda, no en la derecha", afirma Michael Lind en la New Statesman and Salon Magazines, quien indica que muchos fueron trotskistas anti-estalinistas que se hicieron anti-comunistas liberales, para después desplazarse a la derecha militarista e imperialista, algo sin precedentes en la cultura estadounidense o en la historia política" [7]. Paul Wolfowitz es vicesecretario de Defensa, el segundo de abordo en el Pentágono. Wolfowitz promovió el cambio de régimen en Iraq y la estrategia de ataque preventivo ya en 1992, pero el anterior Bush rechazó sus puntos de vista por ser demasiado radicales [8]. Richard Perle fue asesor del Secretario de Defensa en la Administración Reagan y asesor de política exterior en la campaña presidencial de George W. Bush. Aceptó la oferta de Rumsfeld para dirigir el Consejo Político de Defensa, transformándolo de la oscuridad a la influencia. En marzo del 2003, Perle dimitió de su cargo tras un escándalo controvertido pero sigue en el Consejo como miembro [9]. William Kristol es editor de The Weekly Standard, una revista política conservadora con escasos pero distinguidos lectores, fundada por Rupert Murdoch. Hijo del neoconservador y miembro fundador, Irving Kristol, William es el presidente de PNAC [10]. Otros importantes participantes son el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el encausado en el escándalo del Irangate, Elliott Abrams, en la actualidad director del Middle East Affairs for the National Security Council, el columnista de The Washington Post, Robert Kagan y el enviado especial del presidente Bush a Afganistán e Iraq, Zalmay Khalilzad [11].

La Fundación Bradley, en Milwaukee (Wisconsin), es el principal financiador del PNAC a través del New Citizenship Project, Inc. Con los fondos más cuantiosos que ninguna fundación de derechas posea, Bradley ha orientado sus esfuerzos en poner fin a la acción afirmativa, reformar la salud pública y privatizar las escuelas [12].

Casi todos los miembros de PNAC, sean judíos o cristianos, son sionistas de derechas que apoyan al Partido Likud de Ariel Sharon. En 1996, Richard Perle, Douglas Feith y otros elaboraron un borrador dirigido al [entonces] primer ministro Benjamin Netanyahu en el que se le urgía a hacer "una ruptura limpia" con el proceso de paz de Oslo y a optar por "la paz a través de la fuerza", lo que abarcaba incluso el derrocamiento de Sadam Husein [13]. Muchos de los neoconservadores [del PNAC] profesan una "doble lealtad" que les lleva a tomar decisiones políticas en interés del Estado de Israel tanto como de EEUU [14]. Además, los miembros del PNAC respaldan a Ahmad Chalabi, del Congreso Nacional Iraquí, en su pretensión de dirigir el gobierno interino iraquí [15].

El PNAC se ubica en Washington DC, en el mismo edificio donde tiene sus oficinas el Instituto de Empresa Americano (American Enterprise Institute, AEI), otro importante grupo de expertos neoconservadores. Comparte con el PNAC no solo la dirección sino a algunos de sus miembros como Richard Perle, Thomas Donnelly, Jeane Kirkpatrick, William Schneider, Lynne Cheney (esposa de Dick Cheney), e Irving Kristol (el padre de William Kristol); todos ellos son viejos alumnos y compañeros del AEI.

Un solapamiento similar se halla en las instituciones de estrategia más neoconservadoras (el Hudson Institute, el Center for Security Policy, el Washington Institute for Near East Policy, el Middle East Forum, y el Jewish Institute for National Security Affairs) lo que otorga a la agenda de una reducida élite política la apariencia de un amplio consenso.


CONCLUCION

Es esencial recordar hasta qué punto las organizaciones neoconservadoras [estadounidenses] están entrelazadas. Representan exclusivamente los puntos de vista y los intereses de una pequeña élite y no el sentir popular de EEUU. La mayor parte de los estadounidenses estarían horrorizados si fueran conscientes de cómo el PNAC y otras organizaciones están dando forma a la 'Doctrina Bush'-tanto por la ideología que defienden como por cómo usan el dinero y los medios de comunicación para obtener una influencia política desproporcionada.

El dinero hace fácil organizar redes y ganar influencia política; el control de los medios de comunicación limita nuestra capacidad para considerar las diversas opciones que EEUU tiene para hacer frente a las crisis en la comunidad internacional. El trabajo que los miembros de Move On viene haciendo está orientado a organizar sin grandes riquezas y a educar sin controlar los medios de comunicación. Nuestro trabajo es verbalizar compromiso por una toma de decisiones democrática y compartida popularmente, abierta y con la más completa información.


Notas:

1. El documento completo del PNAC puede verse en inglés en www.newamericancentury.org...
2. "Rebuilding America's Defenses: Strategy, Forces and Resources For a New Century," September 2000. A Report of the Project for the New American Century, www.newamericancentury.org...
3. Murphy, Bruce: "Neoconservative clout seen in U.S. Iraq policy", Milwakee Journal Centinel, April, 5th, 2003
4. www.pbs.org/...cron.html
5. Jay Bookman: "The president's real goal in Iraq"
6. El texto de la carta en inglés puede verse en: www.newamericancentury.org/Bushletter.htm
7. http://dupagepeace.home.att.net/bush7.html
8. http://www.moveon.org/r?436
9. www.newyorker.com/...fact
10. www.mediatransparency.org/people/bill_kristol.htm
11. La lista completa de los miembros del PNAC puede verse en www.opednews.com/...century.htm
12. Véase: "The Bell Curve"
13. www.israeleconomy.org/strat1.htm
14. www.counterpunch.org/christison1213.html
15. www.prospect.org/print/V13/21/dreyfuss-r.html


QUÉ ES UN "NEOCONSERVADOR"? ¿IMPORTA?

(Por New Oxford Review)

Recibimos una carta de Christian Crampton de Newport Beach (California) diciendo: “Respecto a su editorial de septiembre (‘Tu voz de catolicismo ortodoxo, sin hilos anexos’), aparecía una palabra que me gustarían definan para mí. La he visto ocasionalmente en la New Oxford Review, pero usted la usó más de diez veces en el editorial. La palabra es ‘neoconservador’ (neocon)”. Antes del editorial de septiembre y especialmente desde entonces, mucha gente nos ha preguntaso qué es un neocon.

Este editor ha seguido a los neocons durante más de treinta y cinco años, y he tenido trato con la mayoría de ellos (pero no debí haber dado por hecho que todos sabían lo que es un neocon). Dado mi pasado, podría haber sido un auténtico neocon si hubiese querido. Pero no quería. He aquí un resumen breve; podría decir más, pero ésta es la esencia de ello.


Los neocons auténticos descienden de los movimientos comunistas y socialistas, habiendo sido los líderes más prominentes trotskystas (esto es, comunistas de ultraizquierda). Cuando Stalin tomó el poder en la Unión Soviética, los trotskystas fueron perseguidos con severidad, y finalmente el mismo Trotsky fue asesinado en México. Stalin era un gentil (de hecho, un exseminarista) y Trotsky era un judío, y la línea divisoria entre stalinistas y trotskystas pasaba en gran parte por la misma divisoria (con excepciones significativas, especialmente en los primeros años de los estados satélites soviéticos en Europa oriental, antes que muchos judíos de esos estados satélites fueran purgados del partido, incluso ejecutados).

Stalin se hizo cada vez más antisemita, y los trotskystas judíos tenían otra razón para odiar a Stalin. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estableció Israel, la URSS se alineó con los árabes contra Israel y la Unión Soviética básicamente no permitió a los judíos emigrar a Israel. Otra razón para odiar a Stalin y la Unión Soviética.

Muchos trotskystas judíos –y otros judíos izquierdistas (pero no la mayoría de ellos)— se hicieron cada vez más y en forma vehemente anticomunistas. Muchos apoyaron la Guerra de Vietnam y fueron extremadamente hostiles a las políticas de ‘détente’ de los presidentes Nixon, Ford y Carter. Estos exizquierdistas judíos percibían la izquierda, incluso los progresistas (correcta o incorrectamente), como proárabes y propalestinos. Estos exizquierdistas judíos evolucionaron hacia lo que ellos llamaron ‘neoconservadores’. Como Benjamin Ginsberg dijo en su libro ‘The Fatal Embrance: Jews and the State’ (University of Chicago Press), “un factor importante que los condujo [a los neocons judíos exizquierdistas] inexorablemente hacia la derecha era su apego a Israel...”.

La meta principal de los neocons judíos –aunque no su meta exclusiva— ha sido proteger a Israel (a lo que, suponemos, tienen derecho), y ven un Imperio Americano como la mejor manera de hacerlo. Sí, sabemos que es inopinado decir esto, pero tenemos el mal hábito de decir la verdad desnuda.

Así los neocons quieren un Imperio Americano, y el neocon judío Jonah Goldberg expuso su ideal de la manera más patente cuando dijo: “Cada diez años mas o menos, los Estados Unidos necesitan tomar algún pequeño país desperdiciado y arrojarlo contra la pared, sólo para demostrar lo que queremos”.

Es interesante que el juez John Roberts fue interrogado por el Comité Judicial del Senado respecto a su lealtad a la Fe Católica (la cual negó resueltamente), pero uno no puede cuestionar a los judíos neocons sobre su lealtad a Israel. Esto es una discriminación, así de simple. Si piensa que esto es antisemita, se equivoca. Los católicos deben ser fieles a su Fe Católica más allá de su lealtad a su país (piense en Santo Tomás Moro y tantos otros mártires) – y no es anti católico decirlo. Sobre si los neocons judíos deberían ser fieles a Israel no es algo sobre lo que estemos cualificados para comentar. Sin embargo, queremos notar que Murray Polner y Adam Simms, ambos judíos, dijeron: “¿Los intereses de Israel conducen la política de los EE.UU. en Medio Oriente? Es una pregunta justa, a pesar que cualquiera que la pronuncie arriesga se acusado injustamente de anti semita” (“Commonweal”, 18 de julio de 2003). Sin embargo, el neocon Richard John Neuhaus hace justamente eso. Dijo: “El ‘lobby judío’ tiene a los Estados Unidos en su bolsillo. Eso dice Philip Weiss, un columnista izquierdista del ‘New York Observer’... Philip Weiss tiene algo, aunque nada original, sobre la influencia de los judíos en nuestro país y su política hacia Medio Oriente... Pero, ¿por qué Philip Weiss está coqueteando con... ideas antisemitas pasadas de moda?” (First Things, diciembre de 2002, pp. 90-91). Weiss “tiene algo, aunque nada original” pero Neuhaus lo reprende por coquetear con el antisemitismo. Si lo que Weiss dice es verdad, entonces ensuciar su nombre por coquetear con el antisemitismo es el último refugio de un sinvergüenza.

Por otro lado, a riesgo de sonar filo semita, los neocons judíos eran y son extremadamente enérgicos y muy brillantes, y han logrando grandes avances en el movimiento conservador, frecuentemente junto a gentiles voluntarios. Son enormemente influyentes y poderosos en el gobierno de George W. Bush – podríamos llamarlos un ‘apparatchiki’ neocon. No, ésta no es una conspiración judía, porque es a plena luz del día, y la mayoría de los judíos no son neocons (probablemente porque piensan que las políticas imperialistas de los EE.UU. no son buenas para Israel o los judíos). Y existen neocons que no son judíos, la mayoría de ellos siendo recién avispados, que consideran “de moda” ser neocon. Algunos neocons gentiles no saben que están siendo usados, mientras que otros lo saben bien, pero no les importa, porque lo ven como un pasaje a la influencia y el poder. Otros conservadores y neocons gentiles piensan que están usando a los judíos neocons porque creen que proteger Israel es un avance en el establecimiento de un Imperio Americano y en el control de la mayoría de las reservas petroleras del mundo.

Una de las divisorias entre los stalinistas y los trotskystas era que los stalinistas decían poder realizar el “socialismo en un país” mientras que los trotskystas demandaban una “revolución mundial socialista” (lo que era fiel al pensamiento de Marx). Pero dado que los trotskystas amargaron la revolución socialista, transfirieron su alianza a la “revolución democrática mundial”, de ahí su ambición por exportar la revolución democrática a todos lados y hacer intervenir militarmente a los EE.UU. en los asuntos de naciones soberanas, lo que transformaría a los Estados Unidos en una nación “matona” (que es la forma en que muchos europeos ven a los EE.UU.). En el segundo discurso inaugural de Bush, dijo: “La supervivencia de la libertad en nuestra tierra depende cada vez más del éxito de la libertad en otras tierras”. Esto suena como venido directamente de la botella de Trotsky: La supervivencia de la Unión Soviética depende cada vez más del éxito del socialismo en otras tierras. El neocon Stephen Schwartz dijo que “aquéllos que están luchando por la democracia global deberían ver a Leon Trotsky como un precursor”. Schwartz, quien sin vergüenza proclama sus raíces trotskystas, preferiría que los “neocons” sean llamados “trotskycons”.

El neocon Christopher Hitchens, también discípulo de Trotsky, quiere que los EE.UU. sean “una fuerza revolucionaria” para luchar contra el fascismo y la religión, especialmente el islamofacismo. “La religión”, dice, es “el más tóxico de los enemigos... la forma más básica y despreciable de las asumidas por el egotismo y la estupidez humana. El odio frío y constante a ella, especialmente en su forma rara de jihad, ha sido tan sostenedor de mí como cualquier amor”. Dice: “George Bush puede ser subjetivamente cristiano, pero él –y las fuerzas armadas estadounidenses—han objetivamente hecho más por el secularismo que toda la comunidad agnóstica estadounidense combinada y duplicada”. Destruir el Islam pavimenta el camino de la democracia, el aborto, la homosexualidad, la pornografía, etc.

El neocon judío Michael Ledeen dijo: “Tiramos abajo el antiguo orden... Nuestros enemigos siempre han odiado este torbellino de energía y creatividad, que amenaza sus tradiciones (cualesquiera que sean) [y eso incluiría la tradición católica]... Debemos destruirlas en nuestro logro de nuestra misión histórica”, agregando que “es tiempo una vez más de exportar la revolución democrática”.

“¿Nuestra misión histórica?” El dios de Trotsky era la Historia. En 1921 Trotsky escribió un libro llamado “La defensa del terrorismo”. En 2002 (antes de la invasión a Irak), Ledeen convocó a la “destrucción creativa” de Irak, Siria, Arabia Saudita e Irán. ¿Cuál es exactamente la diferencia entre el terrorismo y la “destrucción creativa”?

En una guerra justa, matar soldados, y matar civiles que se meten en medio de objetivos militares (daño colateral), no es asesinato, mientras que matar civiles a propósito es asesinato. En una guerra injusta – que es lo que la Iglesia Católica dijo de la guerra en Irak —matar soldados, matar civiles en medio de objetivos militares y matar civiles a propósito son todos asesinatos. (¿Y cuál es justamente la diferencia entre el terrorismo y el asesinato en la guerra?) Pero incluso si uno considera la guerra en Irak como justa, su corazón debería estar apesadumbrado. Después de un año y medio de guerra en Irak, “The Lancet” (el diario médico británico) estimaba la cifra de muertos civiles iraquíes en 100.000. Sin embargo, un recuento más reciente luego de dos años de guerra, producido por el Iraqi Body Count con sede en Londres – que sólo contaba muertes civiles registradas por los medios de comunicación — fijaba la cifra de muertos civiles en 24.865 (con alrededor de 42.500 heridos). Esto suena como una cifra más fiable. De esos 24.865 muertos civiles, el 37.3% se debía a los militares estadounidenses, el 35.9% se debía a la ola de crímenes que asoló Irak tras la caída de Saddam, y el 20.5% se debía a los insurgentes o terroristas. Incluso si se considera la guerra en Irak como justa, debe alarmar que los militares estadounidenses hayan matado casi el doble de los civiles que los insurgentes y terroristas. Se consideren las muertes civiles causadas por los militares estadounidenses – 9.270 (desproporcionadamente niños) —asesinatos o no, Trotsky estaría orgulloso, ya que dijo: “Debemos librarnos de una vez por todas de la farsa cuáquero-papista sobre la santidad de la vida humana”.

Los neocons, principalmente a través del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC), planeaban una guerra contra Irak bastante antes del 11 de septiembre (básicamente porque Saddam apoyaba el terrorismo contra Israel). El gobierno de Bush está sazonado de gente del PNAC, como Dick Cheney, Lewis “Scooter” Libby (procesado por cinco delitos, incluyendo obstrucción de la justicia y perjurio), Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, John Bolton y Richard Perle. Esta gente condujo – seamos honestos —al ignorante presidente Bush, que no tiene experiencia en asuntos externos, a iniciar la guerra.

Como dijimos en nuestro editorial de septiembre: “Antes que ‘Crisis’ y ‘First Things’ fuesen fundadas, la ‘New Oxford Review’ fue contactada por una fundación neocon –así de la nada. La fundación quería darnos dinero –dinero ‘gratis’. Un tipo voló desde la Costa Este y me invito (al editor) a reunirnos para tomar unas copas en un restaurante de San Francisco – por su cuenta. ¡Por supuesto! (Estábamos en una situación económica pésima.) Me dijo que nos financiaría regularmente –si tan sólo apoyábamos el capitalismo corporativo y si apoyábamos una política exterior estadounidense militarista”. Lo que no dije es que este tipo era un neocon judío sin interés en la Cristiandad o el catolicismo, y sospecho que estaba interesado en llevarnos a promover los intereses neocons judíos (a lo cual tenía perfecto derecho). Como dijimos en el editorial de septiembre, dije “no”, y ahí acabó todo. Pero las fundaciones neocons no abandonaron. Michael Novak (muy pro Israel) fundó “Crisis” –entonces llamada “Catolicismo en Crisis”—y el P. Neuhaus (también muy pro Israel) fundó “First Things”, ambas con amplio apoyo financiero de fundaciones neocons. Así los neocons encontraron su camino para conseguir que revistas católicas y cristianas se sumaran a sus intereses neocon principalmente judíos (lo cual, de nuevo, es su derecho). ¿Exageramos? No. Cuando la Iglesia Católica denunció la guerra en Irak – llamándola una guerra injusta, una guerra de agresión —tanto Crisis como First Things la apoyaron. Un claro caso de apoyar los intereses neocons judíos por encima de la doctrina católica de la guerra justa. Para una sinopsis del apoyo del P. Neuhaus a la guerra en Irak, en base a su apoyo de Israel, vea nuestra nota en “New Oxford Review”, “¿Qué sabe el Papa acerca de asuntos mundiales?” (Nov., pp. 13-14 y 16-17). Si usted sigue viendo esto como antisemitismo, esta equivocado de nuevo. En un editorial de “The Forward”, el diario jesuita más antiguo de los EE.UU., se dejó dicho: “Hasta hace poco... gente razonable aún podía despreciar, como propaganda conspirativa antisemita, la denuncia de que la seguridad de Israel fue el motivo real detrás de la invasión de Irak. No más... Sus defensores no pueden ser simplemente silenciados y echados como estrechos. Aquéllos que no están de acuerdo ahora deben argumentar su caso en base a pruebas”.

Más allá de la política exterior, ¿pueden los católicos ortodoxos hacer causa común con los neocons en las guerras culturales? Tal vez. Tal vez no. Como Irving Kristol, un judío ex trotskysta y el padrino del neoconservadorismo, escribió en el “Wall Street Journal”: “Aquellas guerras [culturales] terminaron y la izquierda ha ganado”.

Sí, puede que sea bastante lucrativo sumarse al festivo tren neocon, pero no es algo que quisiéramos hacer. “La libertad no es gratuita”. Usted paga un precio por su libertad, y la “New Oxford Review” es verdaderamente libre, aunque relativamente pobre.

Periódicos de pensamiento líder tales como la “New Oxford Review”, “First Things” y “Crisis” nunca darán ganancias. O se apoyan en fundaciones neocons (y no negamos que “First Things” y “Crisis” frecuentemente ayuden a la causa ortodoxa), o se las arreglan por su cuenta, apoyándose en sus suscriptores para mantenerse. Preferimos no tener ningún hilo anexo.


LOS NEOCONSERVADORES

Me pongo a la tarea debida con más retraso del esperado. Hoy empieza la serie sobre los neoconservadores. Reconozco que tuve dudas sobre cómo titularlo; "Los Neoconservadores, esos grandes desconocidos", en plan documental de naturaleza, o "Los Neoconservadores", más en plan grupo de supervillanos enemigos de los X-Men. Al final opté por una cosa más modesta y descriptiva. A lo largo de varios comentarios intentaré presentar una perspectiva del neoconservadurismo, concentrándome principalmente en dimensión de política internacional, para desmentir ciertos tópicos muy presentes en el "ruido" cotidiano.

APUNTES Y PARAROJAS DE LOS CRITICOS

Para empezar: ¿merece la consideración de "neo" el neoconservadurismo? Personalmente a estas alturas de la película no estoy convencido de ello. El neoconservadurismo, a pesar de lo que muchos quieren vender, no es una fractura en las tradiciones sociales y políticas estadounidenses; no hay esa dicotomía radical entre Cambio y Tradición o entre Ruptura y Continuismo tan del gusto de los opinólogos al uso. Muy al contrario, los neoconservadores llevan a gala "descender" de algunas tradiciones sólidamente acrisoladas en la vida norteamericana. La aportación neoconservadora reside en la adaptación a la coyuntura de la Posguerra Fría. Parte del objetivo de estas entregas será desentrañar las dosis de elementos nuevos y viejos en la "fórmula".

Insistiré en esta primera idea, diciendo que la denominación neoconservador/neoconservadurismo lleva presente en la política norteamericana desde finales de los años sesenta y principios de los setenta; realmente no parece muy "neo" ¿no? Que muchos opinantes y académicos a este lado del Atlántico no tuvieran noticia de ello hasta hace bien poco demuestra la crisis europea de pensamiento y lo descolgados que nos estamos quedando en muchas cosas.

El salto a la fama de los neocons ha sido muy reciente. Ni siquiera durante los primeros meses del primer mandato de George W. Bush tenían gran peso; sólo tras el 11 de septiembre de 2001 el grupo ha sido aupado a la primera plana -política y mediática-. En la prensa han venido a cubrir el lugar reservado antes para los neoliberales.

Paradójico cambio éste de neoliberales por neoconservadores en los medios del estilo Le Monde Diplomatique. Ambos "neos" han sido presentados como perversas sectas de conspiradores más cercanos al universo made in Bruno Cardeñosa and friends que a lo que uno podría esperar de medios supuestamente serios.


Paradójico, he escrito, porque los mismos que criticaban la actuación de los neoliberales en los foros multilaterales y critican igual a los neocons por todo lo contrario.

No hay que remontarse mucho para recordar a quienes decían que el Poder de Estados Unidos era tanto que nadie podía resistirse y que el multilateralismo era un medio para barnizar con legitimidad -bastarda, claro- al neoliberalismo rampante. Salvaje, cruel, inhumano, desaforado, el neoliberalismo era -y es- el Maligno, decían -y dicen- los profundamente maniqueos amigos de José Bové, y la Globalización su terrible criatura.

El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, incluso la ONU, eran sospechosos de servir a los "secretos" intereses de las grandes corporaciones y de los Estados Unidos. La asimetría de Poder era tal que convertía cualquier foro en títere de los pérfidos EE.UU (repasad el Manifiesto Paremos la Guerra contra Iraq, adjunto en pdf). Los organismos internacionales no valían, según la voz de los medios, porque eran rehenes de la hiperpotencia. El pecado de entonces era el multilateralismo estadounidense.

Ahora, en uno de esos giros tan característicos del antiamericanismo más desprejuiciado, se reprocha a los neoconservadores desarrollar su actuación política al margen de las instituciones internacionales -otra "pequeña" falacia que cuaja en las almas cándidas-. Estamos en el momento de escuchar que los organismos multilaterales, opuestos a los designios de los yanquis, pierden su efectividad -y su capacidad de obrar- porque los EE.UU. optan por la vía del cowboy para ser los amos del mundo. La nueva afrenta a la comunidad de países es el unilateralismo estadounidense.

Supongo que será mucho pedir a los críticos un poco más de seriedad y honestidad ¿no?

Los críticos obvian -interesadamente- algo que no hay que ser un lince para notar: que el contexto mundial ya no es el mismo que fue a principios de los años 90, que del mundo del Fin de la Historia hemos pasado al del Choque de Civilizaciones, que de la primacía de lo económico hemos vuelto a las preocupaciones militares y de seguridad en la agenda internacional, que de un mundo en creciente coordinación -por obra y gracia de la salvaje Globalización y del Nuevo Orden Mundial- hemos pasado a una situación de desorden, caos e inseguridad. ¿Por obra de los islamofascistas? No, como todo amigo de la teoría de la conspiración sabe, fué por culpa de los neoconservadores.

Que aquellos cambios se reflejasen en las políticas de EE.UU. parece lógico, sobre todo, si tenemos presente el 11 de septiembre de 2001. Las respuestas de poder y fuerza militar ante un nuevo desafío son comprensibles y algo que todos podíamos esperar.La crítica a las propuestas de la neoconservadora Administración estadounidense desde aquel momento decisivo ha sido de lo más variada. Alguna razonable, otra absurda.

Por ejemplo, no son pocos los que hablan de inadecuación de la Guerra contra el Terrorismo a las amenazas actuales. Los grupos terroristas no pueden ser tratados como los Estados y la respuesta militar no puede lograr la victoria.O sea, la respuesta militar no es la respuesta. El planteamiento neoconservador está equivocado. Pero, si seguimos el hilo, lo que falla es la vertiente tradicional de la estrategia y no la nueva. Se podría entonces deducir que el error de la actual Administración norteamericana es no hacer suficiente caso a los “revolucionarios” neoconservadores y seguir atada a procedimientos clásicos ¿no?

Con este amplio preámbulo he querido señalar que por estos pagos apenas hay información o reflexión sobre el neconservadurismo dignas de tales nombres (Gregorio Luri, la editorial Almuzara, JPQ y el GEES son de los pocos que muestran interés en la materia). Y los déficits de conocimiento se pagan. En Europa -y más en España- hemos incurrido en errores de bulto al tratar el fenómeno neocon. Los diagnósticos realizados desde los partidos políticos, deslumbrados por el electoralismo a corto plazo, han olvidado cuestiones básicas del ideario neoconservador muy relevantes para saber con quién tratamos -y actuar en consecuencia-; los medios de información de masas han tomado el todo por la parte afirmando, sin rubor alguno, que la Administración Bush -toda ella y enterita- es neoconservadora. No es cierto pero decirlo es gratis. Sobre ello volveré en alguna futura entrega de este serial.

En fin, por lo dicho hasta el momento queda claro que los principales problemas del acercamiento al neoconservadurismo son la desinformación y los prejuicios. Para evitar tópicos y absurdos como alguno de los expuestos hasta ahora escribiré los futuros posts sobre los Neoconservadores, esos perversos desconocidos.


NEOCONSERVADORES Y PEQUENOS BURGUESES,LA DELINCUENCIA LIBERAL

(Por David de Ugarte)

Análisis / Sobre Juan Urrutia y la oposición entre liberales y necons
¿Liberales todos?
David de Ugarte, "oportunista cabecilla del ciberpunk hispano" según escribía el viernes Federico Jiménez Losantos, presenta en este artículo una serie de textos de Juan Urrutia de próxima publicación sobre liberalismo, neoconservadurismo y redes. Leyendo a Urrutia, posiblemente el teórico liberal más profundo y avanzado en España en estos momentos, queda claro que el universo intelectual del liberalismo que representa (ilustrado, sosegado, cuajado de referencias teóricas y a la última del debate internacional) tiene poco o nada en común con el talibanismo exaltado de los neoconservadores españoles, tan amigo del revisionismo histórico a lo de la Cierva, del talante hooliganesco y -en algún caso- hasta del creacionismo y la homofobia militante. Y leyendo al "cabecilla" Ugarte queda claro también el antidogmatismo, la sencillez de las pretensiones y sobre todo la ausencia de todo fondo de totalitarismo a esconder. Puede que todos hablen de liberalismo, Urrutia y Ugarte, Jiménez y Vidal, pero obviamente no hablan de lo mismo ni pertenecen a la misma categoría. Unos practican el talante liberal, otros lo denostan. Unos confiesan disfrutar sólo aprendiendo, otros "evangelizando". Y es que hay quien niega el fin de las dos Españas resucitando la más oscura.


1989 representó uno de esos simbólicos puntos de ruptura que marcan el final de los grandes periodos históricos. Su primera lectura parecía marcar un "triunfo definitivo" de los valores liberales y democráticos frente a la utopía totalitaria del socialismo real, pero como bien escribía Iñigo Medina:

Significó también un reto para las ideologías liberal y libertaria, que ahora, vencedoras, veían como las antiguas estructuras y figuras sociales, en las que siempre se apoyó, esquizofrénicamente, el capitalismo y gracias a las cuales fue exitoso, desaparecían.

La caída del Muro de Berlín no fue seguida de una transición hacia el "Nuevo Orden Mundial" democrático con el comercio globalizado como palanca de un crecimiento armónico mundial. No hubo "fin de la Historia", sino descomposión del orden que cohesionaba a los estados a ambos lados de la frontera entre sistemas. Lo más llamativo y chocante desde la perspectiva liberal fue que la descomposición del estado, falto ya de la presión de los bloques, no supuso su retirada en favor de mayores cotas de libertad individual, sino su sustitución por paraestados de señores de la guerra, mafias y redes de todo tipo que buscaban ocupar su lugar. Como comentaba Javier Lorente en una entrevista:

En algunos países de Europa del Este, y también en nuestras ciudades, el Estado no puede garantizar los mismos servicios a todos los habitantes, por lo que muchos recurren a organizaciones paraestatales, legales o no, para obtener ciertas garantías. Si bien el crimen organizado es reprobable y debe combatirse sin descanso, no puede pasarse por alto que esas mafias operan precisamente en las zonas de sombra a las que el Estado no llega. Evidentemente, no creo que contratar los servicios de una organización criminal sea aceptable, pero me interesa jugar con la idea de que algunas personas se ven obligadas a hacerlo para sobrevivir. Y no creo que eso sea una evolución, sino más bien la descomposición de un orden en crisis.

Al doblar la primera mitad de los noventa esa crisis era ya innegable para cualquier observador: no estábamos viviendo una transición hacia un nuevo y benigno orden liberal globalizado, sino un proceso de descomposición generalizado. La expresión más clara de que además eso suponía la crisis del doble paradigma socialismo/capitalismo, estado/mercado, era que que los estados nacionales no podían considerarse ya como herramientas válidas para garantizar la cohesión social, étnica, económica o regional.

Socialdemocracia y liberalismo caen sin embargo entonces en la tentación conservadora: negar legitimidad ontológica del conflicto. En el campo liberal esta negación supone no tanto una negación de las bases de los problemas y su reducción a una cuestión moral (que es la tentación democratacristiana de la socialdemocracia) sino el crecimiento de la idea de que si la Historia no ha acabado, y sobre todo, no ha acabado como querríamos, se debe a la falta de "medidas de carácter", de "decisiones valientes", que arreglen de una vez por todas ("once and for all") los problemas heredados del pasado. El Presidente Bush (hijo) y su enfoque de la guerra de Iraq, el presidente Aznar y su voluntad de definición de la identidad española frente a los nacionalismos internos o el primer ministro Sharon y su plan de retirada unilateral de los territorios ocupados, serían ejemplos ilustrativos de este intento -desesperado ya al pasar la frontera del siglo- por cuadrar la realidad al deseo a base de "soluciones de una tirada". Soluciones que son la esencia práctica del influjo neoconservador y que como buenas medidas de aprendiz de brujo, no han sino acelerado una descomposición que parece hoy casi inevitable.

Pero 1989 marca también la emergencia de una nueva forma de organización social, las redes, que traerán nuevas formas de conflicto (el swarming), estructuración política (plurarquía y netocracia) e incluso propiedad. Formas que se desarrolarán como alternativa y continuidad en el seno de los países desarrollados, pero que adquirirán notoriedad cuando nuevos antagonistas las usen como herramientas para el terror.

Occidente se enfrentará así a una doble imposibilidad. La de negar su fragilidad frente a la descomposición de su "mundo exterior" (lo externo se hace interno) y la de mantener las viejas herramientas como respuesta. Vivimos un mundo nuevo en el que los antagonistas utilizan nuestras propias estructuras (la red de transportes, la información pública, el conocimiento de nuestras universidades) como armas contra nuestra población civil (lo interno se hace externo). El 11S, la guerra de Iraq y el 11M son hitos en el proceso en el que Occidente toma consciencia de que el conflicto se ha convertido innegablemente en algo perenne y descentralizado que no cabe negar ni "solucionar de un golpe", sino, contener y encauzar dentro de las posibilidades de la organización en red.

Es en este marco histórico en el que los artículos de Juan Urrutia que hoy recogemos en este libro electrónico -inédito el primero, publicados en primavera de 2003 los otros- cobran su verdadera dimensión. Como escribía Iñigo Medina,

el mundo en el que eran válidas las categorías liberales clásicas ha dado paso al escalofriante escenario -situación límite en el modelo teórico- de individuos asociales absolutos. Hoy ese escenario nos es ya familiar en muchos aspectos. Las generaciones jóvenes están cada vez más desvinculadas del pasado y los asuntos públicos. La unidad familiar sirve de vínculo social sólo de un modo secundario y fragmentario. El mismo marco de referencia, el estado-nación, ya hace tiempo que significa bien poco en un mundo que tiende cada vez más a actuar como un todo. Todo esto es así, y es irreversible. El reto estriba no en afanarse en revivir este cuerpo hecho jirones, aunque todavía fresco, con el que convivimos aún hoy, sino en intentar armar nuevos ideales con las nuevas herramientas que poseemos.

Así la "contrarrevolución pequeñoburguesa", que postula el profesor Urrutia frente a la "revolución neoconservadora" encuentra en Linux su símbolo, en el hacker su modelo humano y en la metáfora tecnológica de la red un complemento al mercado como referente abstracto de organización espontánea.

Lo que está haciendo Juan Urrutia y lo que representan estos artículos es esa transición necesaria hacia un nuevo liberalismo propio de la Sociedad Red. Un liberalismo capaz de incluir o al menos de entender no sólo la competencia sino la cooperación como motor social, la tecnología y no sólo la economía como campo de batalla de la libertad, la identidad y no la nación como referente de lo común a todos y las redes y no el estado como estructuras hacia las que dirigirse y desde las que actuar.

Urrutia nos propone huir de la tentación neoconservadora para redefinirnos como liberales nuevos, como defensores de la espontaneidad en una sociedad de redes abiertas e inclusivas.


LOS NEOCONSERVADORES Y LA POLITICA DEL CAOS

(Por Thierry Meyssan)

Washington y Tel Aviv se regocijan por las operaciones militares en marcha en el Medio Oriente. Según declaraciones de Condoleezza Rice, el dolor del Líbano es causado por las «contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente». Los teóricos del «caos constructor» estiman que tiene que correr la sangre para lograr imponer un nuevo orden en una región rica en hidrocarburos. Planificada desde hace mucho, la ofensiva del ejército israelí contra el Líbano está siendo supervisada desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos.

Durante su encuentro del 21 de julio de 2006 con la prensa en el Departamento de Estado, Condoleezza Rice fue interrogada sobre las iniciativas que esperaba impulsar para restablecer la paz en el Líbano. Esta fue su respuesta: «No veo el interés en recurrir a la diplomacia si es para volver al status quo anterior entre Israel y el Líbano. Pienso que sería un error. Lo que estamos viendo es, de cierta manera, el comienzo de las contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente y tenemos que estar seguros de que todo lo que hagamos vaya en el sentido del nuevo Medio Oriente, no hacia el regreso al anterior» [1].

Visto desde Washington, lo que sucede actualmente en el Líbano no tiene nada que ver con el rescate de los soldados capturados por Hezbollah. En realidad se trata de la aplicación de la teoría, elaborada durante largo tiempo, del «caos constructor». Según los adeptos del filósofo Leo Strauss, cuya rama mediática es conocida bajo la denominación de «neoconservadores», el verdadero poder no se ejerce en una situación de inmovilidad sino, por el contrario, mediante la destrucción de toda forma de resistencia. Sólo arrojando las masas al caos pueden aspirar las élites a la estabilidad de su propia posición.

Léo StraussLos adeptos de Leo Strauss estiman también que únicamente en medio de esta violencia los intereses imperiales de Estados Unidos se confunden con los del Estado judío.

La voluntad israelí de desmantelar el Líbano, de crear allí un mini-Estado cristiano y de anexarse una parte del territorio libanés no es nueva. Ya fue enunciada, en 1957, por David Ben Gurion en una célebre carta publicada como documento anexo a sus memorias [2]. Lo más importante es que fue insertada en un amplio proyecto de colonización del Medio Oriente redactado en 1996 bajo el siguiente título: Una ruptura limpia: nueva estrategia para garantizar la seguridad del reino [de Israel] [3]. El documento estipulaba:
la anulación de los acuerdos de paz de Oslo
la eliminación de Yaser Arafat
la anexión de los territorios palestinos
el derrocamiento de Sadam Husein en Irak para desestabilizar en cadena a Siria y el Líbano
el desmembramiento de Irak y la creación de un Estado palestino en territorio iraquí
la utilización de Israel como base complementaria del programa estadounidense de guerra de las galaxias.
Este documento sirvió de inspiración al discurso pronunciado al día siguiente por Benjamin Netanyahu ante el Congreso estadounidense [4]. En él encontramos todos los ingredientes de la situación actual: amenazas contra Irán, Siria y el Hezbollah y, para rematar, el reclamo de anexión del este de Jerusalén.

Ese punto de vista es similar al de la administración estadounidense. El control de las zonas ricas en hidrocarburos que Zbignew Brzezinki y Bernard Lewis llamaban «el arco crítico», o sea el arco que va del Golfo de Guinea al Mar Caspio pasando por el Golfo Pérsico, supone una redefinición de fronteras, de Estados y de regímenes políticos, en otras palabras: una «remodelación del Gran Medio Oriente», según la fórmula empleada por George W. Bush.
Ese es el nuevo Medio Oriente del que Condoleezza Rice pretende ser la comadrona mirándolo nacer en medio del dolor.

La idea es sencilla: reemplazar los Estados heredados del derrumbe del Imperio Otomano por entidades más pequeñas de carácter monoétnico y neutralizar esos mini-Estados lanzándolos constantemente unos con otros. Dicho de otra forma, se trata de volver a los acuerdos a los que llegaron en secreto, en 1916, el imperio francés y el británico (los llamados Acuerdos Sykes-Picot [5]) y de consagrar el dominio total de los anglosajones sobre la región. Pero, para establecer nuevos Estados lo primero es destruir los que ya existen. Y eso es lo que la administración Bush y sus aliados están haciendo desde hace cinco años con entusiasmo digno de un aprendiz de mago. Si no están convencidos, veamos los resultados:
A la Palestina ocupada se le amputó el 7% de su territorio; la franja de Gaza y Cisjordania están separadas físicamente por la construcción de un muro; la Autoridad Nacional Palestina fue reducida a ruinas y sus ministros y diputados han sido secuestrados y encarcelados.
La ONU conminó al Líbano a desarmarse expulsando a las fuerzas sirias y disolviendo el Hezbollah; el antiguo primer ministro Rafic Hariri fue asesinado y con él desapareció la influencia de Francia; la infraestructura económica del país fue devastada; más de 500 000 nuevos refugiados vagan por la región.
En Irak, la dictadura de Sadam Husein fue reemplazada por un régimen todavía más cruel que deja más de 3 000 muertos al mes; sumido en la anarquía, el país está listo para su desmembramiento en tres entidades separadas.
El seudoemirato talibán fue reemplazado por una seudodemocracia que sigue imponiendo la interpretación más oscurantista de la sharia, a la que se agregó como nuevo elemento el cultivo de la adormidera. De hecho, Afganistán ya se encuentra dividido entre los llamados «señores de la guerra» y los combates se generalizan. El gobierno central renunció a imponer su autoridad, incluso en la capital.

En Washington, los discípulos de Leo Strauss, cada vez más impacientes, sueñan con extender el caos a Sudán, Siria e Irán. Para ese período de transición no se habla ni siquiera de «democracia de mercado» sino únicamente de sangre y lágrimas.

Jacques Chirac, que tenía la intención de intervenir en el Líbano para defender los últimos intereses de Francia en ese país y que envió allí a su primer ministro Dominique de Villepin, tuvo que despertar de su sueño. Durante la cumbre del G8, en San Petersburgo, George W. Bush le prohibió hacerlo diciéndole que no se trataba de una operación israelí que goza del apoyo de Estados Unidos sino de una operación estadounidense ejecutada por Israel.
Después de eso, a Dominique de Villepin no le quedó más remedio que limitarse a servirles a sus interlocutores de Beirut unas cuantas declaraciones verbales y expresar su impotencia.

Para ser más precisos aún, el plan de destrucción del Líbano fue sometido por el ejército israelí a la administración Bush hace ya poco más de un año, como reveló el San Francisco Chronicle [6]. Ese plan fue objeto de discusiones políticas, el 17 y el 18 de junio de 2006 en Beaver Creek, durante el Foro Mundial que el American Enterprise Institute organiza todos los años. Benjamin Netanyahu y Dick Cheney lo discutieron ampliamente junto a Richard Perle y Nathan Sharansky. La Casa Blanca le dio luz verde en los días subsiguientes.
Las operaciones militares del ejército israelí son supervisadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Este último determina los aspectos estratégicos esenciales y escoge los blancos. El papel principal lo desempeña el general Bantz Craddock como comandante del South Command. Craddock es un especialista en movimiento de fuerzas blindadas, como lo demostró durante la operación Tormenta del Desierto y sobre todo como comandante de las fuerzas terrestres de la OTAN en Kosovo. Es un hombre de confianza de Donald Rumsfeld, cuyo estado mayor personal dirigió y por orden de quien desarrolló el campo de concentración de Guantánamo. En noviembre próximo, el general Craddock será nombrado comandante del European Command de la OTAN, cargo que le permitirá dirigir la fuerza de interposición que la OTAN podría desplegar en el sur del Líbano, además de las fuerzas de la OTAN que ya se encuentran en Afganistán y Sudán.

Los generales israelíes y estadounidenses se conocen mutuamente, desde hace una treintena de años, gracias a los intercambios que organiza entre ellos el Instituto Judío para los Asuntos de Seguridad Nacional (Jewish Institute for National Security Affairs - JINSA), asociación que impone a sus cuadros la participación en seminarios de estudio sobre el pensamiento de Leo Strauss.

Thierry Meyssan
Periodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate.
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[1] «But I have no interest in diplomacy for the sake of returning Lebanon and Israel to the status quo ante. I think it would be a mistake. What we’re seeing here, in a sense, is the growing – the birth pangs of a new Middle East and whatever we do we have to be certain that we’re pushing forward to the new Middle East not going back to the old one». Fuente: Special Briefing on Travel to the Middle East and Europe, Departamento de Estado, 21 de julio de 2006.

[2] «Carta de David Ben Gurion a Moshe Sharett sobre la constitución de un Estado maronita en el Líbano», documento disponible para consulta en la biblioteca electrónica de la Red Voltaire.

[3] A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm, IASPS, 8 de julio de 1996. Una versión condensada puede ser consultada en el sitio del IASPS. El contenido completo de dicho documento se conoce gracias a los reportes sobre el mismo que hizo The Guardian en aquel entonces. Redactado en el seno de un think tank neoconservador, el IASP, este documento, preparado por un grupo de expertos que reunió Richard Perle y entregado a Benjamin Netanyahu, refleja el pensamiento del sionismo revisionista de Vladimir Jabotinsky [[El padre de Benjamin Netanyahu, Ben-Zion Netanyahu era secretario particular de Vladimir Jabotinsky, fundador del sionismo revisionista. Ehud Olmert es miembro de esa misma corriente.

[4] Discurso ante el Congreso de Estados Unidos por Benjamin Netanyahu, 9 de julio de 1996.

[5] Tratado secreto, firmado el 16 de mayo de 1916 por Sir Mark Sykes y François Georges-Picot a nombre del Reino Unido y de Francia, y aprobado más tarde por Italia y Rusia.

[6] «Israel set war plan more than a year ago. Strategy was put in motion as Hezbollah began gaining military strength in Lebanon», por Matthew Kalman, San Francisco Chronicle, 21 de julio de 2006.




EEUU,NUEVO ORDEN MUNDIAL SOBRE LA VIEJA FILOSOFIA DE LOS NEOCONSERVADORES

(Por Jim Lobe)

"Según Strauss, se debe luchar todo el tiempo. Es muy espartano. La paz lleva a la decadencia. Los straussianos creen en la guerra perpetua, no en la paz perpetua".

WASHINGTON, may (IPS) El ala más conservadora del gobierno de
George W. Bush recoge el legado del filósofo alemán Leo Strauss, fallecido en Estados Unidos en 1973. Sin embargo, este experto en Platón y Aristóteles rara vez se dedicó a analizar el acontecer político contemporáneo.

Dirigentes del sector del gobierno denominado "neoconservador", que defienden una política diplomática y militar agresiva, se consideran seguidores de Strauss, informaron el 4 de este mes el diario The New York Times y el 5 la revista The New Yorker.

El periodista Seymour Hersh recordó en su artículo para The New Yorker que, según Strauss, "las aisladas democracias liberales viven en constante peligro por los elementos hostiles del extranjero".

Strauss, que nació en 1899 y llegó a Estados Unidos huyendo del holocausto nazi en 1938, creía "que las obras de los antiguos filósofos contenían, deliberadamente, conceptos esotéricos sellados cuya verdad puede ser comprendida solo por unos pocos y que serían malinterpretados por las masas", agregó Hersh.

El más prominente de los seguidores de Strauss en el gobierno es el subsecretario (viceministro) de Defensa, Paul Wolfowitz, apodado "Wolfowitz de Arabia" dada su obsesión por derrocar al régimen de Saddam Hussein en Iraq como primer paso para la transformación de Medio Oriente.

Este funcionario también es considerado el principal diseñador de la estrategia de "guerra preventiva" fijada por Estados Unidos luego de los atentados que dejaron 3.000 muertos el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, atribuidos por el gobierno a radicales islámicos.

También son straussianos el director de la revista The Weekly Standard, William Kristol, y Gary Schmitt, fundador y presidente del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC), grupo conservador entre cuyos miembros figuran el vicepresidente Dick Cheney y el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld.

Muchas recomendaciones del PNAC al presidente Bush, contenidas en cartas abiertas publicadas al comenzar el periodo de gobierno en enero de 2001, se convirtieron luego en políticas oficiales, implementadas al pie de la letra por Washington.

Los neoconservadores, afiliados al gobernante Partido Republicano, tienen su núcleo básico en dirigentes que se separaron del hoy opositor Partido Demócrata cuando en ese sector predominó el rechazo a la guerra de Vietnam.

"Strauss no era liberal ni demócrata. Según su punto de vista, los ciudadanos necesitan ser liderados, así como gobiernos fuertes para que les digan qué es bueno para ellos", dijo la experta Shadia Drury, de la canadiense Universidad de Calgary.

"La República de Weimar en Alemania fue su modelo de democracia liberal, a la que rechazaba", afirmó Drury, autora del libro "Leo Strauss y la derecha estadounidense", entrevistada por telefóno. El régimen democrático inaugurado con la constitución liberal alemana aprobada en la ciudad de Weimar en 1919 fue, según Strauss, lo que condujo al holocausto nazi contra los judíos.

Al igual que Platón, Strauss enseñaba que dentro de las sociedades "algunos están destinados a liderar y otros a ser conducidos", explicó Drury.

Pero, al contrario del filósofo griego, el alemán consideraba que "quienes deben gobiernar son los que se dan cuenta de que no hay moralidad y que hay sólo un derecho natural: el derecho del superior a dominar al inferior", sostuvo la experta.

Para Platón, los líderes --a quienes denominaba "reyes filósofos"-- debían ser personas con altos principios morales que debían resistirse a las tentaciones del poder.

La ley moral también es indispensable desde la concepción straussiana, pero porque "es necesaria para mantener el orden interno". Esas leyes pueden ser propagadas a través de la religión.

Strauss tenía sobre la religión una opinión similar a la de Karl Marx, que la calificó de "opio de los pueblos": él la llamaba "fraude santo". Pero la religión es sólo para las masas. Sería absurdo que los gobernantes la necesitaran, pues saben que no hay nada real detrás de ella.

Para Strauss, "la religión es el pegamento que une a las sociedades", según Drury. Irving Kristol, padre de William Kristol y a quien se considera padrino de los neoconservadores, consideró que la separación entre Iglesia y Estado fue el peor error de los fundadores de Estados Unidos.

Desde una óptica neoconservadora, "la sociedad secular es lo peor, pues conduce al individualismo, al liberalismo y al relativismo, que alientan el disenso y debilitan la capacidad de lidiar con amenazas externas" y la posibilidad de "manipular" a las "masas", indicó Drury.

Las ideas del filósofo británico Thomas Hobbes (1588-1679) son una fuerte influencia en Strauss. Al igual que Hobbes, el filósofo germano-estadounidense creía que la agresividad natural del ser humano podría restringirse sólo mediante el poder estatal basado sobre el nacionalismo.

"Este gobierno podría establecerse sólo cuando las personas están unidas, y deberán unirse contra otras personas. Strauss creía que el orden político sólo podría ser estable si está unido por una amenaza externa", según Drury.

La experta consideró en su libro que, si Strauss hubiera vivido para presenciar el colapso de la Unión Soviética en 1991, "se habría preocupado profundamente, pues la caída de ese perverso imperio amenazaba la estabilidad interna de Estados Unidos".

"Según Strauss, se debe luchar todo el tiempo. Es muy espartano. La paz lleva a la decadencia. Los straussianos creen en la guerra perpetua, no en la paz perpetua", agregó.

Otros straussianos cercanos al gobierno de Bush son el ex presidente de los asesores políticos del Departamento (ministerio) de Defensa, Richard Perle, su colaborador Abram Shulsky, y el responsable de Inteligencia del Pentágono Stephen Cambone.



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